jueves, 30 de abril de 2009

“ESTAMOS A 30 DE ABRIL CUMPLIDO: MAÑANA ENTRA MAYO…”


Un año más, en la noche del 30 de abril al 1 de mayo, el canto de los mayos recorre la huerta, los pueblos de Murcia y, también, en la capital de la región. Rondallas y grupos irán por las calles, visitando las cruces de flores que se erigen en fachadas de iglesias y en lugares emblemáticos.

Allí les recibirán hombres y mujeres, de parroquias y peñas huertanas, que han preparado dulces y mistela para que, cuando acabe el canto, puedan degustarlos. Y no sólo ellos, sino también los devotos y curiosos que se acercan podrán saborearlos gratuitamente.

En letra de los cantos predomina lo religioso de dedicación mariana: tras pedir licencia al poder para usar la calle y cantar; se dirigen por una parte, a María y, por otra, pedir la abundancia de la cosecha y su protección contra las amenazas.

[Hay otros ‘mayos’ mundanos en los que se elogia la belleza de la mujer, pero no son éstos los que en la última noche de abril se oyen por las calles de Murcia, sino los de asunto religioso].

Sobre las diez de la noche, en la plaza de la Cruz, junto a la catedral, se inicia oficialmente el canto de los mayos. Tras el tañido de las campanadas en la torre, las voces corales, acompañadas de guitarras, laúdes, bandurrias, violines, panderetas, postizas y cañas suenan para recibir al mes de mayo.

“A la puerta de la iglesia

Venimos con gran contento,

Sea bendito y alabado

El Santísimo Sacramento”.

Después se abren varias rutas de recorrido por las rondallas. Por seguir una de ellas, se va desde aquí por la calle Trapería hasta la cruz de la plaza de Santo Domingo, frente a la iglesia donde se renueva el canto y se come lo preparado.

“Estamos a treinta

De abril cumplido,

Mañana entra mayo

De flores vestido”.

De ahí a Las Claras, donde se concentra el calor de la presencia, entre devota y curiosa, de mucha gente, ya que se ha dispuesto, además de la cruz preceptiva, un altar con imagen de María.

Y así se puede ir a diversos puntos, como el Arco de la Aurora, la iglesia de san Miguel, la de san Nicolás, el museo ‘Ramón Gaya’,… Hasta que se concluye, oficialmente, a las doce, en la puerta de la iglesia de san Antolín. Otros lugares de Murcia también acogen el canto, por otras rutas, como la del barrio del Carmen.

“Adiós Madre venerada,

Míranos con compasión

Y con tu bendita gracia

Cúbrenos de bendición”.

La noche acompaña. No hay que decir más para el paseo surcando el mar de las calles y plazas nuevamente, sintiendo el canto tradicional de los “mayos”, respirando para que quienes quieran, en grupos o en solitario, cultiven la invencible costumbre de cantar.

jueves, 23 de abril de 2009

PALABRAS EN LA NOCHE: LA CITA DE LAS LECTURAS


Se acerca la medianoche. En un ambiente primaveral, con agradable temperatura ambiente aun considerando la hora, en el jardín del Museo de la Ciudad, Soren Peñalver, poeta de personalísima singularidad, actúa de coordinador no ceremonioso, con amistad afable para con todos los presentes y también los ausentes, en este su tiempo literario, como cada 23 de abril recién inaugurado, dedicado a los textos poéticos; pero, sobre todo, a un buen puñado de amigas y amigos que escriben y que leen, que aquí están gustosos en la cita.

Leen poemas, cuentan y explican anécdotas que viene al caso, recitan,… se intercambian palabras: el jardín se ha convertido en la Casa de la Presencia, como dice Octavio Paz. Es la noche literaria por excelencia, cuando nos acordamos de Cervantes y de Shakespeare.

Y, entremezclando las palabras con la música, con notable inspiración, Manuel Muñoz Zielinski, músico y fotógrafo, artista múltiple, acompaña a quienes hablan y ameniza continuamente con su guitarra, sin protagonismo pero, cuando calla, se nota su falta. Improvisa y crea, acomodándose a cada texto, a cada voz, con cálida afabilidad de música y palabra, sin estridencia alguna.

La noche sigue amable en lo atmosférico y cada vez más cálida y emotiva en los textos de quienes acceden al atril que administra Soren Peñalver. Siguen y se enlazan los poemas, los relatos, los recuerdos creadores, las referencias literarias,…

En las mesas redondas dispuestas en el jardín, circulares y para el ambiente de diálogo poético y literario, la dirección del museo nos obsequia con frutas frescas cortadas y copa de cava, que agregan un toque dulce a la noche de las letras.

…No puede faltar Miguel de Cervantes. Y resuena Neruda, y la palabra de García Lorca. Hablan escritores y poetas murcianos. Aparece también Machado, Jaime Gil de Biedma con su abrazos, (“Pasan lentos los días /y muchas veces estuvimos solos. / Pero luego hay momentos felices/para dejarse ser en amistad./Mirad:/ somos nosotros”).

Y se hablado esta noche en varios idiomas. Hay que señalar los dos poemas recitados en rumano por Lumínitas Pigüi (“Lago azul”, “Y si…”) y vertidos al odre del castellano por su hija, Juana López Pigüi.

Más poemas, más textos y palabras surcan sutilmente la noche cálida de Murcia, desde que Jesús Fuentes Ródenas inaugurara lecturas con el poema de la niña malograda.

Lectura continuada y música, cava y frutas, aplausos y miradas cómplices y complacidas. Así se ha llegado a las dos de la madrugada. Ha sido un momento emocionante en torno a la poesía y a la vida de los poetas; alegre porque se vive este encuentro. Volvemos a la calle, regresando de un ambiente de tranquila, a la vez que inquieta noche de las ideas, de los poemas, de la palabra escrita y dicha en voz alta, donde los libros emitían olores de noche cálida primaveral de Murcia.

Antes de dormir, lo mejor que se puede hacer en La Noche de los Libros es leer un momento, en la cama, algún párrafo, fragmentos de ese ejemplar que tenemos vivo en la comunicación con su autor, que nos conducirá al territorio de la imaginación, del pensamiento y de los sueños.

sábado, 11 de abril de 2009

LAS GACELAS HABLAN CON UN VIVAZ LEÓN SOSEGADO


Fulgencio Martínez, para sobrevivir, se dedica a la enseñanza de la Filosofía. Y es quien necesariamente, para vivir, escribe poemas que luego apresta en libros. Los publica desde hace años. En estos días ha dado a la vista y al oído un nuevo volumen de su intensa vida poética: “León busca gacela”.
Lo leo. Intento planear cómo recibir el torrente de imágenes y palabras que emerge de este libro. Es complejo, palabras como el propio autor.
Fulgencio es, vitalmente en sí mismo, como persona que se derrama en las palabras, una combinación poemática: sonríe para denunciar situaciones ácidas, incómodas o injustas; adopta porte taciturno para hablar de las manifestaciones y los entresijos festivos y alborozados de la convivencia y el encuentro humanos. Y siempre concluye con una llamada a honrar todo lo que ocurre: si es bueno, tomaremos vino del Duero celebradamente; y si no lo es tanto, pues trataremos de sonreír con libertad mientras nos despedimos.
En este libro del que hablo, el “león fulgenciano” se ha civilizado con el contacto y trato de los humanos. Admira y necesita a las humanas gacelas, busca su proximidad y contacto, confianza e intercambio ‘en la cima del mundo’, en los niveles más altos de humanidad; por lo que ha puesto seda en las garras y rosas, con sus espinas, en los colmillos. Y se nota en que ha conjugado la descripción de cada situación vital con la actitud de sus frases inspiradas.
En el poema que da título al libro, el león es una soledad, “la sabana majestuosa de fuego y silencio”. El león está triste y trasciende su animalidad feroz mediante el sueño venusiano al encontrarse con esa cima donde todo se dice, todo se habla y se comparte. Para seguir con la expulsión de los espíritus de invierno, donde no emergía la luz.

La poesía de Fulgencio está tintada de un fuerte nihilismo: la nada se repite. Y aparecen las dudas, porque nada es seguro, aunque haya sueño por un mundo libre. Mientras no llega, hay que seguir en la cotidianeidad:
“Los que vivimos abajo
somos igual que hormigas,
tenemos hábitos poco singulares:
trabajamos, comemos y dormimos
y practicamos nuestras aventuras
a unas horas determinadas”.

Pero afuera hay ruido que altera el ánimo, nos priva de la paz de humanos normales, que podríamos conseguir la renovación de cada día recitando el poema de cada amanecer. Aunque los encuentros y desencuentros, como el sabor que se va perdiendo, conducen a la nada:
“Hoy le mandé un retrato mío,
No sé ya si soy.
Dile,
Retrato, dile
A qué sabe la nada”.
Lo que nos lleva al temor por la muerte, “que vino a jodernos a todos”.
Fulgencio pertenece a los educantes y sufre de la tristeza del aula en vacaciones, donde pudiera todo resolverse, pero sabe que los días de clase son “de sordera y engaño”; los días en el verano huyen “como un papel al viento””.
Pero revive el deseo:
“…que el deseo mío / es ya una forma / de presentimiento”.
Sensualidad e intercambio inconclusos. “Pudo ser la victoria de la risa”. Sensualidad que es descripción del diálogo sexual:
“El deseo de los dos callando en todo:
hasta tirar por el aire los caballos,
hasta derribarnos sobre los cuerpos
con furia dulce”.

Volver a lo cotidiano, aunque sea en días vacacionales, “Mediodía bajo el cielo del sur”, donde ese opta por introducir la cabeza en el agua para poder pensar y que no distraiga el incesante hormigueo desconsiderado de gente en un ignorado mar de civilización.
Pero quedan las palabras del poema, que “tienen hielo y fuego” y así ejercen su poder.
“Algo de lo escondido vuelve / si sabes esperarlo”.
Con cierto temor a que el pasado emerja como “ropa usada”: “…así la voz que tuve en un pasado / me es ahora, de ajena y actual, novísima”.
Lo hemos intentado.
Fulgencio Martínez lo ha acometido. Pero las palabras, dice, “no son salvavidas”. Y hay momentos en que hay que abandonar la razón, “…como un día en el que diese gusto / comenzar a crecer”.
¿Hay promesa de futuro en la poesía de Fulgencio Martínez? La hay, pero inconcreta:
“El vaso que busco todo el camino
no tiene hora ni día, ni reclamo,
no aparecerá a escena antes ni después,
ni porque yo me ausente, y lo olvide,
ni porque yo lo descubra”.

Pero cree en el poder facilitador de la música, que nos conducirá a cada cual a su propia y singular vida, para encontrarse con los otros, en concierto. Se avecina y espera el amanecer, como el “panadero, mi noche a las manos / que amasan con vigor mi sustento”.
Los poemas de Fulgencio son para leerlos en voz alta, a ser posible en presencia del autor; hablarlos. No son para leerlos en solitario, como si fuéramos clandestinos.
Están pidiendo que los seres humanos seamos gacelas en un mundo donde los leones se ocultan en sombras del deseo: “el poema como objeto del deseo”, donde no haga falta decir tantas palabras para que los cuerpos se comuniquen y se fundan en un humano abrazo de “requisitoria urgente, razón violenta de amor”. Pero en el juego no se puede admitir el dinero falso.
Hay una iniciativa ética en los poemas de Fulgencio, porque no puede, no debe la persona venderse:
“Dejarse violar por una muchacha
llamada inspiración, o como se llame…”
Ni caer en la autocomplacencia de que estamos en unas tierras donde nadie más tiene cabida, porque es de los mejores mundos posibles, cuando otros mundos llaman a la puerta, “vienen buscando algo que comer”.
La poesía de Fulgencio no deja adormilada la conciencia. Lo que parecía ser un pluriverso idílico es un mundo inquietante:
“Me decías que podías nombrar
tres cosas para llevarte a una isla:
la palabra, el silencio,
y el diálogo entre los dos.
Pero ya no hay islas desiertas
sino un litoral y un bosque
urbanizado, ruidoso; ladrillo
y campos de tiro y campos del golf”.


Fulgencio y su poesía cree en el hombre. Y en poder de la palabra.
Saludamos con esperanza en la palabra y en quienes la usan, la mujer y el hombre, con esta nueva aportación de Fulgencio Martínez.
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“LEÓN BUSCA GACELA” Poemas de Séptimo Alba”. Fulgencio Martínez. Editorial Renacimiento. 2009