martes, 22 de mayo de 2012

“La HISTORIA CONCEPTUAL de Quentin Skinner: lenguaje, conceptos y sentido de los textos”, por Enrique Bocardo


Se llega al final del curso "Perspectivas y métodos en Historia Intelectual", (que acaba hoy, martes, con la intervención de J. L. Villacañas; y me lamento de no poder asistir, escucharle y saludarle).
Cuando la Hª Conceptual fija su atención en un autor, que está vivo y en activo, (hoy Q. Skinner; el otro día, R. Koselleck), se polariza y concentra tanto la atención y la mirada que, como es en este ámbito de estudio, se desemboca en lo que es un encuentro académico investigador especializado, a la vez que, por su propia esencia, es provisional y discutible –como debe ser- en la reflexión estudiosa universitaria -el autor del que se habla sigue produciendo y puede modificar, admitir, ampliar su mirada y consideración de aspectos de su propia obra-.
Y si uno –como es mi caso- no hay leído a tales autores, entonces quisiera encontrarse con una disertación deliberativa a la vez que didáctica.
Por ello, incluiré aquí las fotografías de lo que sirvió al profesor Borcardo para desarrollar su exposición.
Pero la conferencia de que aquí se habla, que fue ofrecida por el profesor de la Universidad de Sevilla, Enrique Bocardo Crespo, es altamente especializada. Y por tanto, con abundantes fundamentos en sus referencias y fuentes.
El experto en Q. Skinner fue presentado por el coordinador del curso, Ángel Prior, quien hizo una breve referencia a su actividad docente y editora, resaltando, para esta ocasión, el libro publicado “El Giro Contextual: Cinco Ensayos de Quentin Skinner y Seis Comentarios”. (Madrid. Tecnos).
El profesor Bocardo quiso centrarse en el análisis de lo que Skinner considera “textos políticos”, como netamente diferenciados de otros tipos de texto.
Para ello lo situó en este esquema-secuencia:
· La concepción del Lenguaje en Skinner.
· El papel que desempeñan los Conceptos.
· Manera en que Skinner entiende los textos políticos.

Es obvio que no podía faltar las citas al filósofo británico John L. Austin, el estudioso del modo en el que las palabras son utilizadas para aclarar significado (“Cómo hacer cosas con palabras”), punto de partida para entender a Skinner.
Y el otro pilar de fundamento lo situó el conferenciante en Peter Strawson, el filósofo
preocupado por explicar el lenguaje, que no tiene un significado predeterminado, sino que ese significado es adquirido a través de su uso, es decir hay una fundamentación intencional.
Con Austin y Strawson. Skinner entra en la discusión de la convención del lenguaje, que desembocará en considerar que los textos políticos no son convencionales. (Aun Skinner tiene que entender y demostrar las intenciones de un autor y el significado de los actos ilocutivos). Skinner señala que toda intención del autor de los textos –emisor, hablante- que la audiencia/auditorio pueda entender, todo ello está relacionado con lo que la gente entiende y hace de forma convencional.
Con lo cual, se constata que existe un elemento omnipresente: el conjunto de convenciones sociales. Y que se puede ofrecer algún tipo de explicación, en el juego lingüístico, donde se emiten y escuchan las expresiones y sus intenciones.
En la segunda sección versó sobre los Conceptos, atendiendo a la importancia del momento histórico en que los textos se producen, se usan y desaparecen. Estrictamente hablando, como argumenta Skinner, no se puede hablar de la persistencia de las ideas y los conceptos en la historia; sólo existe la historia de su uso, y los Conceptos se diluyen y dan paso a otros que ocupan su específico momento histórico. Así pues, el sentido de la Historia no es identificar lo que cada autor ha aportado, porque eso sería como caer en una ilusión metafísica, en la que se pretendiera certificar la imposible vigencia permanente y atemporal de las ideas. Las palabras expresan conceptos, y éstos son sucesos: los sucesos pasan y no permanecen.
La tercera y última sección trató del sentido de los textos históricos:
· Limitar el rango completo de lo que se entiende y de las intenciones expresas o subyacentes.
· Trazar las relaciones entre la emisión del texto y el contexto lingüístico más amplio.
Es el contexto social el marco útil en que se decide qué significados contienen los textos.

El profesor Bocardo concluyó con las objeciones que se formulan a la teoría de Skinner:
Una.- (que ya la había planteado Strawson), que es la de suponer que siempre y necesariamente haya una convención para entender el lenguaje y el texto, pues sería como suponer que los romances amorosos tendría que ajustarse a un patrón preestablecido, por ejemplo, en el momento histórico literario del Renacimiento.
Y que si se atiende a las técnicas retóricas usadas en la guerra civil inglesa (donde lo que se decía no era lo que se quería decir, sino que llevaba otra intención), o si vamos más atrás, atenderíamos a los textos de Tácito, o los de Tito Livio, y su reelaboración posterior.
Los textos políticos, en diferentes momentos de la Historia, contienen un entramado de técnicas propagandísticas y disuasorias que hay que enmarcar en el contexto en que se producen y que, con la evolución histórica y de situaciones, para los fines concretos que esperan alcanzar y que no se vuelven a repetir; consecuentemente, no formarán parte de lo convencional: no se reeditará en posteriores escenarios.
Hay convención en determinados actos sociales (una boda, bautizo de un barco,…), pero no puede decirse lo mismo de los actos y textos políticos: éstos se ajustan al momento histórico, sin crear tradición ni protocolo convencional.
Por ello, hay que atender al binomio convención y sentido: motivos, razones, e intenciones; a las 26 propuestas de Conducta Verbal de Skinner, que no es definitiva (y se puede relacionar con su debate polémico mantenido con N. Chomsky); porque existe una confusión skinneriana a la hora de resolver la cuestión del sentido del texto; por ejemplo,  “¿cuándo sé que alguien me está adulando si él, en su intención, no quiere que me dé cuenta?”.
Una de las características del lenguaje político (que no se entiende en términos performativos ni en términos convencionales) es la de inducir a que el auditorio/audiencia acepte juicios legítimos expresados por el emisor; por lo que, razonable y consecuentemente, habrá diversidad en el  entendimiento del lenguaje y en la percepción del hecho político: no se puede imponer una convención, como sentido único y exclusivo, de lo que un texto político quiere decir. Y, también, los textos políticos hay que entenderlos en su contexto, -que no es el nuestro-, atendiendo a lo sincrónico del momento histórico, y no a lo diacrónico, suponiendo conceptos permanentes.

martes, 15 de mayo de 2012

"HERMENÉUTICA Y GENEALOGÍA" UNA INTERESANTE INTERVENCIÓN EL MARCO DE LAS II JORNADAS DE FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA.


El catedrático Sergio Sevilla, de la Universidad de Valencia, ha impartido una conferencia en la Facultad de Filosofía, donde el asunto nuclear es la Hermenéutica, es decir, la forma y modelo de acercarse a lo que se dice con el lenguaje humano, a los textos, a interpretarlos y hablar de la consistencia de su sentido. Y, para ello, ha presentado sus “Notas sobre Hermenéutica y Genealogía”.
Dicho así lo mismo no se siente atracción por el tema. Pero vamos a procurar situar los polos de interés, porque los tiene.

La presentación ha sido a cargo del catedrático Ángel Prior, quien ha destacado de Sergio Sevilla sus reconocidos estudios sobre Rousseau, sobre Marx (Crítica, historia y política, Madrid, Cátedra, 2000), para pasar a situar por donde discurrirá la intervención del profesor Sevilla: las relaciones y tensiones entre la Historiografía (genealogía) y Hermenéutica.
Sergio Sevilla ha comenzado con una referencia a Kant (“¿qué podemos esperar si hacemos lo que debemos?”). Y llamar la atención de la Hermenéutica, trabajo de interpretación centrado sobre la tradición escrita, (“Lo no dicho en lo dicho”), en la que subsiste el problema entre la investigación historiográfica y la filosofía del Lenguaje.

  Para señalar el problema que plantea la hermenéutica: la fragilidad de su aportación a una teoría –y a las prácticas correspondientes- de sus dos principales pilares teóricos: la investigación historiográfica, y la teoría del lenguaje en que apoya su lema: "el ser que puede ser comprendido es  lenguaje". Por lo que distan mucho de haberse esclarecido algunas cuestiones importantes acerca de su modo de comprender el lenguaje. Las respectivas posiciones de Gadamer y Ricoeur al respecto son bien expresivas de esa situación.

 El profesor Sevilla plantea una pregunta de reflexión: “¿el pensar poshegeliano es una renuncia a pensar?” para dar entrada a los filósofos de la Sospecha: Marx, Nietzsche y Freud.
 A continuación, ha señalado las diferencias insalvables (la consideración de que la experiencia misma no puede ser ciencia, y las difíciles relaciones entre lenguaje y experiencia), que se producen entre Gadamer, [renovador de la Hermenéutica y fundador de su escuela, quien sostenía que la interpretación debe evitar la arbitrariedad y las limitaciones surgidas de los hábitos mentales, centrándose en las cosas mismas, en los textos. Afirma que medida que profundizamos en la lectura, se varía, se confirma o altera la comprensión. La verdad está íntimamente ligada al método], enfrentado a Paul Ricoeur, (quien estableció las estrechas relaciones entre la descripción fenomenológica con la interpretación hermenéutica). La versión que Paul Ricoeur ha dado de Marx, Nietzsche y Freud como “pensadores de la sospecha” y, sobre todo, la búsqueda de una mediación dialéctica entre ella y la fenomenología de la comprensión de símbolos en su teoría del “conflicto de las interpretaciones” ha provocado la oposición frontal de Gadamer (1968), que, en cierto modo, ha doblado su gesto oponiéndose también a la “Teoría crítica”, propuesta por Habermas como límite a la pretensión de universalidad de la hermenéutica enunciada en Verdad y Método. La posición gadameriana está claramente desmarcada tanto de la del filósofo y antropólogo francés, como del filósofo y sociólogo alemán J. Habermas, distinguido representante de la Teoría Crítica, en la que, en esta ocasión, se destaca su aportación a la acción comunicativa.  Se forma así un triángulo de concurrencia de pensadores y sus manifiestas diferencias sobre el tema que se está desarrollando, señalando la dimensión ontológica del debate y que ha sido referente en toda la disertación.

 El conferenciante, profesor Sevilla, se sitúa en una posición teórico-crítica, cercana a Habermas y vuelve a hacer referencia a los autores de la Filosofía de la Sospecha, al señalar que se ha producido una exclusión de la Historiografía del ámbito científico y el historiador queda así reducido al papel de participante experto.
A continuación ha pasado a exponer y confrontar las diferentes posturas hermenéuticas, considerando también el devenir histórico, desde Husserl, Heidegger, Gadamer (“Verdad y método”), Paul Ricoeur y Jürgen Habermas.

Ha concluido con el diálogo/debate final en donde ha habido preguntas sobre la inconmensurabilidad entre lo oculto y lo manifiesto en el texto, así como que la posición de Gadamer deja fuera de los filósofos de la Sospecha.

 El asunto sigue candente, partiendo de la necesidad de acercarse al texto para entenderlo, situarlo e interpretarlo, sin que haya un final previsto.

jueves, 3 de mayo de 2012

RESENTIMIENTO, MÁS QUE UNA EMOCIÓN Y EFECTO ENFERMIZO: UNA VIVENCIA MORAL, UN ESTÍMULO PARA LA SUPERACIÓN SOCIAL.


         Continuando con el curso “PERSPECTIVAS Y MÉTODOS EN HISTORIA INTELECTUAL”, en el salón de Grados de la Faculta de Derecho, de Murcia, el profesor de Filosofía e investigador del CSIC, Javier Moscoso Sarabia ha dedicado su ponencia al resentimiento, en sus dimensiones históricas, y proyecciones morales y políticas.

Le ha presentado el coordinador del curso, Ángel Prior, quien ha destacado su labor docente, investigadora y bibliográfica, (con referencia, entre otros, a su libro “Historia cultural del dolor”, publicado en Taurus, 2011).

El conferenciante,  Javier Moscoso, ha comenzado con la conceptualización de “resentimiento”: una emoción compleja, incluso con algún perfil de confusión, que no es permanente en la historia, porque hace su aparición en el último cuarto del siglo XVIII y primera mitad del XIX. (En la Retórica, de Aristóteles, por ejemplo, no hay lugar para tratar el resentimiento; no existía en la antigüedad clásica). Es una pasión que aparece con la Modernidad y se da en la burguesía urbana.

Con este concepto, vivencia y práctica, se suele referir al odio residual y duradero hacia quienes se les considera causantes de desgracia o ruina, en la percepción de que han llegado a cotas que no merecen y a las que el propio observador/sujeto podría haber accedido, de no ser porque…
El resentimiento es una emoción altamente racionalizada, pues llega pronto a convertirse en un sentimiento de hostilidad o aversión hacia alguien, -en singular y plural-, conteniendo el disgusto o enfado que se exacerba en el recuerdo de una ofensa o un de daño recibido. El resentido vive un drama hacia adentro, fundamentándolo en conexiones de hechos y razonamientos; siente y razona: y observa usurpadores y no logros producto del trabajo ni de la buena fortuna.
Por eso tiene mucho que ver con la aparición de las convenciones sociales y cuando las expectativas políticas, revolucionarias, económicas,… se ven defraudadas. La Revolución Francesa es un período y referente muy importante para entender el resentimiento: denuncia externa y malestar interno.
Hace también su aparición el resentimiento político: el ojo atento del espectador obliga a todos a mirar, en una sociedad meritocrática y que está aprendiendo a ser democrática. Y en este caldo de cultivo hace su aparición el odio, la venganza, la traición política y la conveniencia.
Y así nos ha conducido el profesor Moscoso, estableciendo las conexiones y contenidos de los efectos provocados por quienes son percibidos como ineptos, como logreros y encaramados, que no dudan en tomar decisiones tremendas, incluso terribles y espeluznantes, como es el caso de quien ordenó cortar las amarras de la balsa construida en el naufragio de La Medusa y que condujo a la muerte y degradación de sus ocupantes.

La Balsa de la Medusa, del pintor Géricault,  representa un momento de las consecuencias del naufragio de la fragata francesa Méduse
El capitán y la tripulación planearon que los botes intentaran arrastrar a la balsa construida apresuradamente, pero después de sólo unos pocos kilómetros, las amarras de la balsa se soltaron por sí solas o alguien las soltó. Unas 147 personas quedaron a la deriva. Sólo se salvaron 15 tras los 13 días que tardaron en ser rescatadas. Quienes sobrevivieron, tuvieron que soportar el hambre, el canibalismo y la locura.
Este hecho  supuso un escándalo internacional, en parte porque sus causas se derivaron de la ineptitud e impericia del capitán francés que dispuso el plan. Y provocó la cólera y la rabia por las decisiones, las ambiciones y las esperanzas fallidas. Fue un cardinal y radical momento de referencia para investigar el por qué de muertes, actitudes y conductas para entender la vida: estudiar lo patológico para entender la norma.

    El conferenciante, además de cimentado en su estudio fundamentalmente histórico, desde un punto de vista reflexivo, filosófico, con relaciones morales y políticas, en esta exposición bien articulada, con un buen apoyo en el cuadro mencionado y sus significados, con lo que ha sabido mantener el interés de los asistentes con amenidad, hablando de las heroicidades cotidianas y de la crudeza de la desgracia, todo ello enmarcado en la Historia, en su entidad moral, ética y política.