martes, 7 de agosto de 2012

AGOSTO, MADRID y el dinamismo de las imágenes: Encuentro con la pintura genial.


 Otra vez Madrid en agosto.
Madrid es un mundo completo y variado donde todo es imaginable. También para ver e impregnar el espíritu de representaciones pictóricas e iconografía de calidad contrastada. Para pasear a cualquier hora, del día o de la noche, por las calles de Madrid, las más tópicamente conocidas y nombradas y otras menos, pero con su encanto.
 Vuelvo a Madrid por agosto, como el pasado año. (Y no es que sea una manera de volver como lo hacen estacionalmente las golondrinas), es que me suele convencer y arrastrar la oferta cultural que plantean los museos de Madrid para el verano. Museos con presencia activa.

[Me permitiréis que aquí, indique, todas las exposiciones vistas, -hay bastantes más que, por la escasez de tiempo y la conveniencia de no saturarse no se visitaron-. Coloco fotos. Disculpas anticipadas, pero creo que conviene así. Por aquello de que en la escritura hay que procurar ser hábil y usar los recursos: es importante, esencial. Al menos, intentarlo, ya que es amplísimo lo que se vio y ha de ser necesariamente breve lo que se diga; pero en última instancia, casi que, en mi caso, se puede afirmar con lo que alguien dijo una vez: quien escribe no sabe lo que hace].

 Y, nuevamente, visita al museo Thyssen, este año con el americano Edward Hopper, artista que nos reta a imaginar una escena. Es, efectivamente, una obra bastante original.
Pintor del tiempo detenido, de la pausa, del pensamiento, Edward  Hopper  pinta lo cotidiano y busca momentos de intensidad. Para  Hopper, (ilustrador y grabador, además de pintor), una imagen no es un instante sino el resumen de la secuencia: es un pintor cinematográfico.

Las pinturas de  Hopper siempre marcan el principio de una historia. En todas las gasolineras que pintó, esperas que un coche llegue en cualquier momento, con indudable expectación e interrogación, hace dialogar realidad con misterio.

 Hopper, sin proponérselo, es un importante artista que fija las pautas de una pintura americana propia, sin referentes; pinta con carácter propio: pintura cálida, próxima, sensual, pero sobria. Por eso gusta tanto a los escritores: les da un escenario y el arranque del relato. Su pintura es de lenta ejecución, como de tenue conversación del pintor con lo retratado.

 Recoge puentes y paisajes; carreteras en curva, gasolineras, estaciones, vías de tren; cafeterías, cines, teatros, ventanas, rótulos, luminosos, porches de casas de campo; habitaciones con paredes de color, ventanas y cuadros; ciudades, casas, hoteles, oficinas, escaleras Lugares de encuentros, de conversaciones, de pensamientos solitarios.
 Hopper pinta su visión del mundo, de un entorno que observa y conoce, define el espacio, delimita las formas; juega con los cambios de color, de composiciones muy cuidadas.

 Abre los interiores, -en el interior todo es posible-, con un gran ventanal, una puerta abierta, un cristal que limita lo visual. Convierte al espectador en visitante privilegiado y curioso, en partícipe de la escena; sólo le queda completar lo visto, darle movimiento y diálogo: el interior de la habitación es duro.
Todo un sugestivo, ameno y satisfactorio lujo esta exposición.
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Y, además, también en el Thyssen,

   una pequeña pero muy atractiva exposición sobre “Rostros y manos“.
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La restauración artística de “El Paraíso”, de Tintoretto:

 ¿Y qué decir al ver la restauración, en directo, en fotos y radiografía, o en vídeo, con todo detalle? “El Paraíso”, de Tintoretto, La composición de la Coronación de la Virgen, inspirada en el Paraíso de Dante, se organiza en torno a los distintos grupos de ángeles, jerarquías religiosas y bienaventurados que, situados entre las nubes, rodean la escena central que representa el momento en el que la Virgen es coronada por su Hijo. (Si se quiere llegar a más detalle, dispones de 13 minutos, en este vídeo:  http://vimeo.com/44451649).

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 MUSEO del PRADO.

Y la visita, gozosamente obligada con tendencia entusiasta, al ineludible Museo del Prado, para ver lo de
El último Rafael”, lo último que pintó, - por sí mismo y orientando a los discípulos y seguidores de su taller-.
Rafael Sanzio, el de Urbino, protegido por el papa León X y contemporáneo del gran Miguel Ángel.

 Por hablar de una de sus obras, en el cuadro "La visión de Ezequiel", se representa a Dios rodeado por dos ángeles y por los cuatro animales simbólicos de los Evangelistas (tetramorfos: una criatura con cara de hombre representa al evangelista Mateo; un león alado a Marcos, un buey alado a Lucas, y un águila a Juan). Rafael representa así a las cuatro formas de las que habla el libro bíblico de Ezequiel. Todo el cuadro descansa sobre un mar de nubes y al fondo, el resplandor divino.
      
         En otro orden de obras, he de señalar que me impresiona -y creo que no sólo a mí- el retrato del autor  del libro-manual "El Cortesano", aquel tratado que tanta influencia tuvo para que la literatura y las formas italianas de escribir entraran en España y las adoptaran Garcilaso de la Vega y Juan Boscán. 

 Como sabemos, se trata del embajador Baltasar de Castiglione, humanista y político italiano, que nos legó todo un tratado de las buenas formas y de la delicadeza en el trato y en las acciones diplomáticas.
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 Y, a todo esto, también hay una exposición monográfica de Murillo:

 que se denomina "Murillo & Justino de Neve. El arte de la amistad”. Bartolomé Esteban Murillo pintor famoso de Sevilla y Justino de Neve un culto  canónigo de la catedral sevillana. Entre ambos se estableció una relación profesional que pronto se transformó en auténtica amistad. 

 Y de esa amistad nacieron algunas de las obras más bellas y ambiciosas pintadas por Murillo.
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 Y nombrar a la sencilla y breve, -espacialmente-, a la vez que compleja, exposición de Eduardo Arroyo: “El Cordero Místico.
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También he de aludir a que no quise resistirme a hacer una visita a la Casa-Museo de
Joaquín Sorolla,

 (Experimento científico; de J. Sorolla).
 porque hay determinados cuadros que me atraen como imanes. 
           
            Entre otras, las imágenes de: 

     “Paseo a la orilla del mar”, que reúne a su mujer y su hija mayor paseando por la playa, sus vestidos movidos por la brisa del mar, 

      y la del “Niño paseando un caballo por la playa”, ambos muestran la maestría de Sorolla en expresar el movimiento contenido. Y por la exposición temporal y concreta en la que es protagonista destacada la esposa de Sorolla, Clotilde.

Es mucho, sí; importante y extraordinario es lo que se puede ver y disfrutar. Hasta el punto de que, más allá del agrado, complace, satisface y no decepciona.
Pero siempre queda la sensación de que es poco: la calidad no cansa; es más, estimula a seguir.

 (junto a la plaza de Colón, en la escultura obra de Botero).
 Y, para terminar, como epílogo a la circunstancia y al dinamismo de lo que ofrece, habrá nueva ocasión y originales motivos para visitar Madrid.