"Te digo al llegar, madre,
que tú eres como el mar;
que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma”.
En felicitación y homenaje a mi madre, que hoy ha cumplido noventa años, comienzo con este poema que me gusta.
Es mi madre mujer intensa, que ha pasado por muchas circunstancias de todo tipo, porque todos estos años dan para bastante. ¡Qué difícil contarlo! La vida no le ha sido fácil. Deja de atesorar los dolorosos y difíciles momentos, que ya los cuenta como para remediarlos. Aún me sorprende la perfección de sus recuerdos.
Dejando en otro lugar a la Guerra Civil y las dificultades de ese tiempo, el hambre y las penurias familiares posteriores, - que no caben en este día de hoy-, cuenta dos anécdotas que, para ella, son altamente significativas porque marcan dos hitos en su vida.
Sitúa una de ellas en el año 1931, cuando tenía once de edad. El 14 de abril le dijeron que iba llegar la República y, junto con otras niñas, fueron al puente del río… a esperarla. Mi madre concreta en ese día como en el que se acabó su ingenuidad: escarmentó, -señala ella-, y no se iba a dejar confundir; se acabó la condición inocente para creer en fantasías Y ahí comenzó el pragmatismo que la caracteriza.
La otra situación anecdótica es de presunción: es la mayor de siete hermanos y siempre ha sido mucho más fuerte, con su cabello pelirrojo, y con más entereza que sus hermanas y que todos los que componíamos la familia que ella formó junto a mi padre. Y sigue así. Da prueba de ello lo que viene produciéndose, en estos últimos años, en diversos ámbitos y lugares donde escucha reiteradamente la pregunta
- “¿En dónde hay que firmar para llegar a tu edad y mantenerse lo bien que estás?”
que le provoca risa presumida de satisfacción, ya que es bastante autónoma para caminar, alimentarse, lavar y tomar rigurosamente su medicación, además de estar puesta en el mundo y en la actualidad, sin ninguna manía o deficiencia que destacar, salvo el inevitable y evidente desgaste propio de la edad y de sus desvelos, su largo dolor que sólo es amortiguado siempre por el gusto que le da estar viva y en este buen estado.
Como hace unos días, cuando le entregaron una lámina en reconocimiento agradecido de los mu
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Cada quien encuentra su ensalmo para establecer en sí mismo el empeño de seguir, como quien mira al mundo en un espejo, y reconocerlo como el mejor horizonte.
Hemos encendido las velas (un 9 y un 0) y ella las ha apagado, con fortaleza y con toda la gracia que puede poner en un soplo emocionado. Tiene todos estos años cumplidos y nos ha
¡Felicidades, madre!
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