martes, 23 de marzo de 2010

EL GOZO DE CUMPLIR 90 AÑOS


"Te digo al llegar, madre,
que tú eres como el mar;
que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma”.



(Madre”. Juan Ramón Jiménez)

En felicitación y homenaje a mi madre, que hoy ha cumplido noventa años, comienzo con este poema que me gusta.
Es mi madre mujer intensa, que ha pasado por muchas circunstancias de todo tipo, porque todos estos años dan para bastante. ¡Qué difícil contarlo! La vida no le ha sido fácil. Deja de atesorar los dolorosos y difíciles momentos, que ya los cuenta como para remediarlos. Aún me sorprende la perfección de sus recuerdos.

Dejando en otro lugar a la Guerra Civil y las dificultades de ese tiempo, el hambre y las penurias familiares posteriores, - que no caben en este día de hoy-, cuenta dos anécdotas que, para ella, son altamente significativas porque marcan dos hitos en su vida.
Sitúa una de ellas en el año 1931, cuando tenía once de edad. El 14 de abril le dijeron que iba llegar la República y, junto con otras niñas, fueron al puente del río… a esperarla. Mi madre concreta en ese día como en el que se acabó su ingenuidad: escarmentó, -señala ella-, y no se iba a dejar confundir; se acabó la condición inocente para creer en fantasías Y ahí comenzó el pragmatismo que la caracteriza.
La otra situación anecdótica es de presunción: es la mayor de siete hermanos y siempre ha sido mucho más fuerte, con su cabello pelirrojo, y con más entereza que sus hermanas y que todos los que componíamos la familia que ella formó junto a mi padre. Y sigue así. Da prueba de ello lo que viene produciéndose, en estos últimos años, en diversos ámbitos y lugares donde escucha reiteradamente la pregunta
- “¿En dónde hay que firmar para llegar a tu edad y mantenerse lo bien que estás?”
que le provoca risa presumida de satisfacción, ya que es bastante autónoma para caminar, alimentarse, lavar y tomar rigurosamente su medicación, además de estar puesta en el mundo y en la actualidad, sin ninguna manía o deficiencia que destacar, salvo el inevitable y evidente desgaste propio de la edad y de sus desvelos, su largo dolor que sólo es amortiguado siempre por el gusto que le da estar viva y en este buen estado.
Como hace unos días, cuando le entregaron una lámina en reconocimiento agradecido de los muchos años dedicados a labores de la Semana Santa en Ceutí.
Cada quien encuentra su ensalmo para establecer en sí mismo el empeño de seguir, como quien mira al mundo en un espejo, y reconocerlo como el mejor horizonte.
Hemos encendido las velas (un 9 y un 0) y ella las ha apagado, con fortaleza y con toda la gracia que puede poner en un soplo emocionado. Tiene todos estos años cumplidos y nos ha dado vida en cada instante de su larga y compleja existencia.

¡Felicidades, madre!

Y felices también nosotros que vivimos y te tenemos, aprendiendo cada día a quererte, para tratarte con toda consideración y cariño durante muchos años más.

[Y pongo aquí la canción de Mercedes Sosa, “las manos de mi madre”, por si queréis escucharla, “pinchar” en:
http://mimusicaya.com.ar/2837/mercedes-sosa-las-manos-de-mi-madre-letra-y-video.html ]

domingo, 21 de marzo de 2010

SALUDAR AL TIEMPO QUE SE RENUEVA: PRIMAVERA

Es primavera. Ha llegado y se nota.
Cualquiera podrá decir lo mismo, ya que está señalada en todos los calendarios, en la información del tiempo meteorológico que ofrecen los telediarios, ya que informan de sus cálculos matemáticos y fotografías de los satélites, del momento astronómico según el cual, la primavera comienza en el día cuya luz dura lo mismo que la oscuridad de la noche।. Sí, ahí no hay más remedio que estar de acuerdo aunque, como hoy, esté nublado y haga su visita la lluvia.

(Iniciamos la acogida con música, la Primavera porteña, de Astor Piazzola: http://www.youtube.com/watch?v=oqJuE8o0X_M ).

He acudido a saludar la llegada de la primavera en los lugares de mis juegos infantiles. Pero he tenido que refugiarme bajo el techado del soportal de la iglesia, en Ceutí. Es de noche y la plaza está desierta, porque del cielo cae agua cernida, en mansa lluvia. La noche es agradable, aun en el silencio del lugar y los charcos que reciben en silencio las gotas que descienden de las nubes.

Me da por considerar que, a diferencia de la crónica precisa que nos dan hecha, cada uno de nosotros acuerda que un suceso o testimonio concreto sea, reconociéndose, el punto propio y singular que se distingue de lo que es común a todos. Como es el caso de la percepción de las estaciones del año o de otros acontecimientos cotidianos.

En cuanto que diga mi referencia, es muy posible que, enseguida, el lector recurra a la suya. La diré.

Sé que es primavera porque en la casa de mi madre aparece, renovado, un nuevo olor: el de las pequeñas flores blancas, manchadas en uno de sus pétalos, en el interior, por un sobrio polen amarillento, –fresillas, las llama mi madre- que abren en el día de primavera, tras haber estado cerradas, encapotadas. Hoy, ya abiertas, esparcen su suave e inconfundible aroma por toda la casa, lo que conozco desde los primeros años de mi infancia y, ahora, una vez más, sé que ha llegado la primavera, sin la exactitud de lo cósmico, pero con el guión ineludible por el que actúan los componentes de la naturaleza que, en mi representación y medida primaveral, están en las macetas que mi madre ubica hoy en la entrada a la casa y en el patio interior. Las fresillas son, a la vez, señales visuales, de fragancia y de tributo a la estación de la explosión de los colores. Por eso sé que es el tiempo de la primavera.

Igual que colores y aromas se reproducen, resurgen con un estallido de energía y los percibimos y notamos a nuestro alrededor, así esperamos que también suceda en el interior, en la intimidad, que deseamos ver vestida, el impulso de esta fuerza renovada cada año, de alegres tonalidades y realces, que eleven el ánimo a la vez que alegran la vista. Gozar del tiempo renacido, continuar avanzando. La realidad existe y es tiempo en el que se amplían espacios y se acrecientan sensibilidades, (incluidas las alergias).

Hoy traigo las palabras que pretenden manifestar que los ricos matices de la naturaleza caminan paralelos a las sensaciones humanas. En esta atmósfera sutil de palabras de acogida, ahora que la tierra se estremece con frenesí, es tiempo de renovación, porque el lenguaje estacional habla de la vida como si de un libro se tratara al que, en cada período, le preguntáramos de dónde, de qué experiencia, de qué universo imprescindible nos enseña este diálogo incesante, a veces inclemente, sobre su inminencia, sobre el hecho cierto de que convive con nosotros. Nos alcanza a todos la inquietud que produce la vida misma, ese abismo en el que nos introducimos como si el tiempo nos estuviera acechando desde que nacemos. Que os sea grata la primavera.

(Por si queréis ‘pinchar’ y escuchar:

http://www.youtube.com/watch?v=s2lbGix2wtE&feature=related