Bárbara Soriano, bisnieta. |
Hace pocos días, Bárbara –mi nieta- cumplió 2 años de edad.
Y, antes, a finales de marzo, mi madre cumplió 92.
Carmen Guillén, bisabuela |
Lo observo y lo pienso.
Muchas reflexiones, difíciles de plasmar en todo caso, más aún, aquí.
Y me planteo qué es lo que se puede “heredar” de los que nos preceden en la familia.
Creo que debería transmitirse y recibir las vivencias de la historia particular de los antepasados, recibirla como propia, más allá de cómo se deja y percibe una casa o un trozo de tierra. La transmisión del legado debiera recibirse como un regalo, que pasara a formar parte de la biblioteca de la memoria diferenciada (no es la que uno ha vivido, pero sí la admite, como cuando se estudia o se leen libros; oyendo a los bisabuelos en los relatos personales de cuando eran niños, jóvenes y adultos). Pero el patrimonio inmaterial de lo que han vivido antecesores cosanguíneos que debiera poderse disponer de ello, en la doble llanura de lo que es subjetivo y el marco/tiempo objetivo que se vivió, ya tiene poca ‘razón’ de ser: se vive demasiado deprisa; las nuevas tecnologías –“papá Google”, sin ir más lejos-, nos ofrecen información instantánea de cualquier asunto, con texto, vídeos, mapas y fotos. De momento, este tipo de información, -como señalan, de algún modo, los periodistas de carrera-, dudo mucho que transmita esa emocional subjetividad sólida y la opinión apasionada de quien estuvo en el tiempo de referencia.
Pero esto es lo que hay.
Esto es fácil de resumir: adelantada, para la edad que tiene. (Insisto: no entro en que esto se deba a una ternura apasionada de abuelo; sé y veo lo que es).
Lo que me hace intuir que Bárbara se internará apasionadamente en todo lo que haga y le corresponda, por su edad, intereses, anhelos e inclinaciones.
Es mi deseo que formulo en su segundo cumpleaños, pero con vocación de que cumpla muchas más años que los que ahora tiene su bisabuela Carmen, de Ceutí, -una bisabuela de quien recogería la salud y fortaleza longevas, en características de lo físico y en la entereza de una mente ágil e inmarchitable-.
90 años es la diferencia.
Y que cuando Bárbara llegue a los 92 años, será una persona muy querida, incluyendo a sus bisnietas.
Por lo que confío y espero que alcance aquello que se proponga, porque quiero, al igual que todos quienes la rodean y la cuidan, que sea feliz, en la individualidad, en la compañía y en la sociedad que le toque vivir.
Que Bárbara disponga de todo lo esencial que pueda empujarla, cariñosa y decididamente, hacia una vida de esfuerzo y de realizadas satisfacciones, construyendo su propia historia con estilo propio y singular.
¿Puede esto expresar el deseo de que sea feliz en todo lo que haga y con quienes se relacione?
De momento, ella camina con inteligencia, salud y decisión hacia su tercer cumpleaños.
Procuremos que viva de acuerdo con su edad y momento, sin perderse nada.