martes, 14 de julio de 2009

DEL MELOCOTÓN, LA PIEL Y LO HUMANO.




El calor intenso nos ha invadido desde mediados de junio. Cada año el sofocante verano rompe a cantar y, entre otras realidades, se colorean los melocotones en los árboles, nos envuelve su olor y nos invitan a saborearlos. Esta fruta dulce y jugosa es un placer para el gusto y alivia el calor, da y permite la quietud que inunda en las mañanas y en las tardes la boca con su frutal néctar.
La piel del melocotón está recubierta de pelusilla, que pasa a las manos cuando la fruta se coge del árbol. Y hay que llevar cuidado pues, si toca el cuello u otras partes corporales, se sufre un picor perturbador. Pero si se quiere gozar de la dulce carnalidad del melocotón recién cogido, hay que pasar por esta un tanto molesta circunstancia. Al igual que hay que salir a la calle en verano, afanarse bajo el sol para llegar a un lugar o verse con alguien, también así hemos de traspasar el irritante contacto con la piel del melocotón para alcanzar el sabroso y complacido momento de comerlo, el jugo fresco inundando la boca como una caricia.
Es el valor de lo que se presenta, al inicio, como incómodo y exige un esfuerzo para atravesar un pequeño escollo que, como un canto a la paciencia que genera las incontenibles ganas, que conduce a satisfacer una apetencia y al placer. Olor del fruto que llama a degustarlo, piel que se interpone como un rechazo; pero que, también, alienta a saborear lo que oculta debajo de esa capa: el exquisito dulzor carnoso.
Esto hilaba mi mente en la mañana y en la tarde en que visité la huerta. Consideraba las relaciones humanas mientras comía un melocotón previamente lavado en el agua que discurría por el canalillo de regar. También considero que, simplemente, hay que disfrutar el momento y el sabor que acaricia como una mano fresca a la sombra del fuego de este verano. O mirarlo como metáfora de descubrimiento, de celebración sensual: cada escenario, cada recodo tiene su encanto lírico.
Si hay melocotones en los árboles no hay descampado, en este territorio de lados desiguales y muy abiertos. Los árboles no son intrusos aquí, ni representan una frivolidad ornamental.
Hay un tono conversacional, aunque con una sutil tendencia a la exaltación del presente. Si suavemente se limpia la piel del melocotón y se paladea tras el primer mordisco, se va saboreando la victoria que nos parecía difícil, la alegría placentera, la más simple, la que dice “es lo que hay”, aunque sólo sea enumerar lo que el lenguaje nos da.
Sabor y aire fresco en pleno verano.

1 comentario:

  1. Juan, la Fina dice que le encanta este post y que gracias por enviarlo a la Fran porque asi ella puede leerlo. Que pases unas vacaciones muy buenas con tu familia, que las disfrutes. Un besico. Fina, conserje del CPR (dictado a Fran)

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