lunes, 15 de febrero de 2010

UN LIBRO COMO UN CAFÉ: PEQUEÑO PERO CON INTENSO AROMA.


Un librito de veinte páginas, (10 cm x 15 cm), para leer en cualquier circunstancia, incluso discretamente. Es una autoedición del autor, Santiago Delgado, que me lo regala. Se lleva en el bolsillo sin que apenas se note. Es un libro de poemas por el que se puede ingresar en las verdades resultados de fuertes impresiones del autor, para lo que se hace necesaria una actitud de lectura entre la poesía y la prosa. Se puede intentar, (la prosa no es lo contrario de la poesía, sino del verso). Y así leo.
Mi metodología ha sido la de leerlo mientras tomo café, más de uno; cada poema, un café. En el paralelismo de ver si los aromas guardan analogía y reciprocidad con las palabras. Es una experiencia.
Tomamos el poema al igual que nos sirven el café en taza blanca y lo observamos. Lo leemos, como en el acto de añadir el azúcar y removemos. Con el primer sorbo comenzamos a recorrer su paisaje. Y, al concluir, cerrando sus páginas y depositándolo en la mesa, saboreamos internamente el aroma, se despliega la imaginación y alcanzamos a ver lo que no está en las palabras contenidas en el reducido y mínimo volumen. Se recorre con una actitud entre la prosa y la poesía, porque los considero poemas que narran impresiones (propios de la condición del autor narrador, donde prima la concreción, más que la ensoñación).
Santiago Delgado nos lo advierte desde la primera estrofa:

El poeta nunca sabe,
cuando escribe,

lo que pasa
El poeta escribe,
precisamente,

para esclarecer

lo que en realidad
le pasa.

De ahí que haya que tomarse un buen café, porque alrededor de su aromático sabor puede estar el entendimiento de la vida.
Santiago recuerda sus impresiones surgidas delante de un café, como una excusa, para traer recuerdos humanos, “…entre la buena gente”.
Luego nos lleva a Roma, al café de escritores y artistas: un poema de inspiración, de fundidos, de manos de alfarero y de besos al vino:
Piensa tú lo mismo cuando / de tu taza bebas, / y acuérdate de quien amas y deseas, / pues no hay nada mejor…


También hay momento en París, sentado en los Campos Elíseos: “Paris, con un café: nada más quiero”, en un atardecer de otoño.
El recuerdo continúa, entre la juventud y las jovencitas mujeres de antaño, de ayer mismo: “…de quien rendido admirador / vuestro fuera en tiempos idos, / muchachas en flor de aquel tiempo mío”.
Nos despide el autor, Santiago, con la consciencia sentimental del tiempo que pasa… y se va agotando. Es el último poema de este libro, “Recuerdo del Final”:
Un día, amaneceré profundamente dormido. No lograré despertar. (…)”
Y le acompaña, siempre, la música.

Diremos que es poesía de intensidad expresiva Y, sin embargo, saltan chispas como vapuleos a la sensibilidad humana las imágenes que derrama Santiago. Puede percibirse con atención, está en el sonido de las palabras pero también en el silencio y en la resonancia que hay detrás de ellas .
Causan impacto estos poemas, como si surgieran de una revelación que impregna el aire con el aroma del café, éste siempre presente. Los versos nos llevan a un mundo donde la escritura hace presentes a lo humano y al café, al recuerdo y a los ecos de las voces y los sonidos.
Por si queréis degustar este “CAFÉ DE INVIERNO”, aquí se os da esta noticia. El librito lo tiene el autor. Pedídselo.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Juan. Has captado el leve aroma lírico de estos versitos, que no pretenden más de lo que pretende un buen café tomado en no menos buena compañia. Ni siquiera memoria perdurable del hecho. Tendremos que hacer lectura conjunta. Un abrazo.

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  2. Desde el 7 de Enero ya era hora que "algo" o "alguien" te hiciera sacudir la pluma, me alegro de que nuestro amigo y compañero Santiago lo haya conseguido, al regalarte ese pequeño libro de grandes palabras, si hay que regalar para que corra la tinta "que se regale, que se regale".

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