sábado, 11 de septiembre de 2010

UNA CONSIDERACIÓN CUANDO “MOROS Y CRISTIANOS” DESFILAN POR LAS CALLES DE MURCIA.


Es la feria de septiembre en Murcia, tiempo caluroso, alegre y placentero en el que destaca el festejo que gira en torno a la pérdida del dominio de Murcia por el rey moro murciano Ben Hud y la transferencia de la propiedad a la corona cristiana de Castilla. Se rememora de modo festivo. Grupos organizados en torno a nombres o situaciones históricas murcianas del medievo, colocan sus campamentos característicos en los jardines del Malecón y, por la noche, desfilan juntos por la calles de Murcia.

Hasta aquí, es otro más de los cortejos que se celebran en innumerables lugares del Mediterráneo español, fiesta muy arraigada y tradicional de ‘Moros y Cristianos’. Todo es simbólico, ya que la pertenencia real a los grupos no es religiosa: es, simplemente, voluntaria. Su adscripción tendrá otros matices de diversión, pero no de ideología ni de esencias religiosas. Por tanto, ya sea la cristianía o los “moros” y las “moras” integrantes, lo son de guardarropía. Porque se trata de que, en este tiempo del final del verano, la finalidad es la de pasarlo bien: por los integrantes de kábilas y mesnadas y por quienes les observan desfilar con sus lujosos y llamativos trajes al ritmo peculiar de bandas de música, (por cierto, las mejores, las que vienen de la vecina comunidad valenciana). Las batallas son joviales.

Me inclino por tomar esta fiesta como una observación para la convivencia. Ya que muchos ‘moros’, de los de verdad, -de origen y religión-, viven y trabajan en Murcia, y también presencian estas manifestaciones. Y podría comenzarse por preguntarles qué les parece y supone esta fiesta, si la perciben como está programada en sus objetivos de entretenimiento.

España y Murcia han sido, -y creo que lo siguen siendo-, crisol de culturas y modelos de respeto y tolerancia en lo que a convivencia religiosa y cultural se refiere. En esta línea debe continuarse, porque ninguna sociedad está definitivamente revestida y protegida frente a los prejuicios y los excesos. Y porque son un mosaico de etnias y religiones, hay que esforzarse permanentemente en la incorporación de todos a la ciudadanía con sus derechos y deberes, como base de la convivencia, y que los hechos religiosos diferenciales y diferenciados se respeten como opciones privadas, como un derecho humano más, incardinados en las normas constitucionales, y que las comunidades sean conscientes y consecuentes con sus deberes y responsabilidades.

Para ello, hay que extremar el cuidado de no mezclar interesadamente lo público con lo privado, evitar la desconfianza, saber en qué modelo social se vive y si se tiene que aceptar su norma. Por lo que la educación de la presente generación y las venideras es fundamental. Razones, que no irracionalidad sectaria, soslayando la violencia.

Porque, ahora, en el ámbito de Occidente, los recelos y algún rechazo hacia lo musulmán –y otras situaciones étnicas y laborales- van en aumento. En algunos municipios españoles han aparecido los primeros conflictos a propósito del atuendo de las mujeres musulmanas, emergiendo, a su vez, manifestaciones integristas de comunidades de inmigrantes magrebíes.

El fantasma de la discriminación, la exaltación de la diferencia y el temor al otro recorre Occidente. Y surgen preocupantes brotes como el del americano predicador Terry Jones, y su fanatismo excluyente contra el Corán. ¿Por qué la noticia ha trascendido el ámbito de la localidad donde predica el pastor religioso? Los medios de comunicación lo han recogido y difundido, aprovechando esta especie de espectáculo mediático, porque lo compra el alarmado ánimo que lo recibe: su eco dispara la alerta por violencia en todos los rincones del mundo.

Es una muestra más de que la convivencia interreligiosa en el mundo es frágil, porque con interesada habilidad, cualquier conflicto se tiñe de aspectos religiosos para el enfrentamiento y la exclusión del otro, fusionando responsabilidades criminales con creencias.

Quemar ejemplares del Corán, incendiar un libro sagrado no es un acto inocuo. Busca una confrontación violenta, porque generará respuestas vehementes en grupos de esos creyentes ofendidos, en una espiral de acción-respuesta-acción.

El conflicto aparece en el campo de las creencias, en la economía, en la cultura y en la simbología. La libertad es una gran conquista de Occidente a la que no se puede renunciar. Y veamos como nuestros actos libres hacen que la libertad se asuma de modo responsable aceptando las consecuencias.

Volvamos a la fiesta como ejemplo referencial para que se vea como convivencia, cuando se asume la historia. Y que la cíclica alternancia de “ocupación” y “liberación” que recoge la fiesta sea como un espejo dinámico para la convivencia cotidiana.

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