domingo, 28 de noviembre de 2010

CAMINO PEREGRINO AL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA.


Llevaba un largo tiempo sin viajar. Sin que me haya hecho sedentario, he estado en casa más tiempo que el deseable. Y esta línea se ha quebrado en un escaso fin de semana de noviembre, (que tampoco está nada mal).

La iniciativa partió de José Luis, -iliturgitano (de Andújar) de nacimiento y convicción-, de Pedro y de Elías, porque en 2010 han llegado a casa Bárbara y Diana, dos preciosas bebés, Y como un rito ceremonial de agradecimiento por el nacimiento, acostumbrado en Andújar, -como en muchos lugares de la geografía española-, se ha de peregrinar hasta el santuario de santa María de la Cabeza. (¿Por qué “Cabeza”…? Pues porque fue encontrada en el Cabezo,… vaya…).

Salimos en la mañana del sábado 20. Tras abandonar la autovía de Granada, en Darro, el cielo se iba oscureciendo. Así recorremos, en automóvil, kilómetros de niebla y lluvia hasta Bélmez de la Moraleda (¿recordamos lo de las caras que aparecieron en suelos y paredes de algunas casas?), donde degustamos un sabroso menú que no resulta caro.

Reanudamos la marcha. Más kilómetros envueltos en lluvia y niebla que se espesa. Comentamos del inconveniente añadido para efectuar el camino peregrino, a pie, que nos aguarda en la madrugada.

Antes de las seis de la tarde ya estamos en La Carolina, -por Carlos III-, pueblo de abandonada laboriosidad minera. Guarda el trazado regular de sus largas calles: parece un tablero de ajedrez. Y entre la iglesia y el ayuntamiento, el monumento a san Vicente Ferrer, caminante predicador donde los haya.

Tras descargar equipajes, decidimos visitar la vecina e histórica Baeza, aun en la oscuridad de la tarde sobrevenida en noche.

Baeza, lugar recomendable para visitar –donde, entre otros eventos, se rodó parte de la película “Alatriste”-, bien conservada en sus vestigios espectaculares de patrimonio de la Humanidad en conjunto con la próxima Úbeda. Tiene un plus de interés y significado por haber ejercido su docencia allí el poeta Antonio Machado.

De regreso, decidimos pasar por Linares, ciudad que tuvo gran importancia minera, y en donde murió el torero ‘Manolete’. Pero, dada la hora que era, nuestro interés gravitaba sobre el estómago: un amplio bar ofrece buenísimas tapas por un precio que sorprende gratamente. Y nos retiramos a descansar.

Son las 3:30 de la madrugada del día 21 de noviembre. Hemos descansado y salimos hacia Andújar. La concentración es en lo que allí se llama “Cuadro de la Virgen”, una fachada azulejada conteniendo la imagen de la Virgen de la Cabeza y el paraje de su santuario. A las 4:30 se encara el camino. Allí, los “Peregrinos del Alba”, organizadores del evento, advierten del necesario uso de linternas para el alumbrado (y más en una madrugada oscura y nublada), de que nos acompañan, también caminando, cuatro voluntarios de Cruz Roja y que en determinadas confluencias con caminos forestales, habrá ambulancias situadas, por si acaso. Se avisa de que el sendero está mojado, por la lluvia caída todo el día anterior, y que encontraremos bancos de niebla. Si nunca has estado en una concentración así, ésta te impactará.

Por el ámbito que ocupamos un centenar de personas, mujeres y hombres, andariegos todos, una voz potente y decidida, la de Manuel Luna, responsable de la asociación cultural “Peregrinos del Alba”, recorre sólidamente y se extiende:

- ¡En marcha! Hasta postrarnos ante la Virgen de la Cabeza”.

Y se comienza a subir. Primero, caminos, después senderos (no todos señalizados). Hay bastantes peregrinos que llevan linterna en la frente, otros en la mano. Se camina en silencio o en breves conversaciones, que se rompe tanto por la voz de aviso de que hay charcos que vadear (“¡Agua!”) como por los ladridos lejanos de perros en cortijos y casas solariegas. Todo despierta gran curiosidad expectante: sólo se ve el trozo de camino iluminado por las lámparas y la noche es oscura y umbría. Serán 24 kilómetros de marcha, desde Andújar hasta el santuario-basílica, salvando un desnivel de 500 metros de altitud.

Sobre las seis de la mañana, al final de un paraje llamado "Cuesta del Reventón", algunos estábamos empapados en sudor, por haber salido ‘demasiado’ abrigados: y allí, en medio de la noche y de ninguna parte, cambiar camisetas mojadas, con la ayuda y atención de ‘Peregrinos del Alba’, que no descuidan a los viandantes. ¡Qué frío hace, cuando andamos por la orientación norte,...!

A partir de aquí, la recomendación de dosificar los esfuerzos y de que los pasos sean más cortos, que el suelo está resbaladizo. Ya haber llegado hasta aquí es una buena aventura.

Suena una campana y no es muy lejos. Me dicen que es la de la ermita de san Ginés, punto en mitad del camino, donde en las romerías, confluyen caminantes y carretas. Suena una y otra vez, con alegría. La puerta de la ermita está abierta.

Nos aguarda una sorpresa agradable: la asociación ha dispuesto chocolate caliente, churros y además, quien quiera, una copa de licor. Todo de forma altruista y gratuita. Es el momento de entrar en calor y de reponerse, a la vez que descansar: salí de Andújar con el grupo de vanguardia, pero he tenido que ceder, ante la dureza de las condiciones del camino –y las propias-; los del nuevo grupo arribamos media hora después de los primeros.

Reanudamos la marcha. Los caminos y senderos siguen teniendo charcos y barro. Y nombres sugeridores: cuesta de los Lobos, cuesta del Agua,

Amanece en la sierra.

A las 8:30 llegamos al pilón con agua. Ya se avista, allá, en la cumbre neblinosa, el santuario al que arribaremos. Un protocolo ritual, voluntario, para quienes por primera anden el camino: el “bautismo” de que se te reconoce como peregrino. Decido que voy a compartirlo con todos los novatos.

- ¡Qué fría está el agua, al deslizarse por la cabeza!

Interesante experiencia.

Y surge la eterna pregunta:

- La acción convencida y el camino repetido, una y otra vez, ¿es costumbre, creencia, convicción,…?

Y la respuesta se diluye en si uno se considera a sí mismo turista o viajero. - el viajero es quien parte sin pensar en la vuelta-. Es cierto que hay dos tipos de personas: los que son comprometidos y los que no. Pero todos integrados. Somos acompañantes en un viaje devoto, con rasgos místicos, que se acercan a estos lugares desde la humildad y el respeto, con ganas de conocer, de mezclarse, de aprender y de analizar el por qué de la cosas, con ansia de descubrir y valorar.

Sea como fuere, el camino no decepciona, ni aún en su dureza física.

Llegamos a un lugar de desembalses y cruce de caminos. Es un territorio donde se deja constancia de la presencia romana por estas tierras.

Allí nos esperan nuevamente para que repongamos fuerzas: nos ofrecen pestiños, roscos de vino y anís. También agua.

Porque hay que encarar la penúltima cuesta arriba: los Caracolillos, con un desnivel serpenteante y de manifiesta dificultad.

Llegamos al santuario a las 11 de la mañana। La niebla ha espesado. Al poco se pone a llover (¡menos mal que no lo ha hecho durante la travesía!). Las cuestas de acceso –calzadas- son muy pronunciadas.

Algunos de los caminantes de la peregrinación encuentran fuerzas para subir descalzos o de rodillas las empinadas calzadas de piedra por las que se accede al santuario.

A las 12, asistimos a una misa peregrina (emotiva, muy agradable, con un coro andaluz, que cantaba muy bien).

A la salida, (¡qué frío!), nos esperan Conchi, Fefi y Paco, del grupo “Aires de Romería”, quienes nos reciben en su sede de las inmediaciones del santuario y generosamente nos dan cobijo y comida.

Estoy intentando escribir, con ánimo de despertar el interés por leer lo que aquí está, lo que he visto y vivido en esta experiencia. Este lugar andaluz de peregrinación ha sido el verdadero protagonista. Y por eso solo valió la pena andar los senderos y estar en los actos protocolarios y religiosos: vivido como conocimiento que se sale de esas costuras habituales de los viajes turísticos. Creo que algo se ha aprendido: que hay que valorar muchos mundos y que todos son únicos (y dignos de respeto).

De regreso, convengo en que este camino de peregrinación contiene algo de conmovedor, íntimo, es una reivindicación del viaje con tintes y latido de búsqueda de algún aspecto de la identidad humana. Luego he estado pensando en esta ocurrencia y he decidido hablárosla a todos. Escribir sobre los hechos y las cosas que agradan. Escribir intentando reunir los fragmentos de belleza en el camino, y que sean los demás quienes puedan recomponer y reconstruir esa belleza. Recuerdo los árboles, las rocas, el agua, la luz que al amanecer avisa de que se puede brillar de nuevo.

Lo recomiendo.

2 comentarios:

  1. Hola Juan
    Me encanta el post que has escrito, y me encanta que cuentes viajes... tus experiencias.
    Me parece también que, aún siendo el peregrinaje por Bárbara, más bien parece un viaje iniciático en este tu nuevo estado, emérito como bien decimos al saludarnos, con esta nueva costumbre:
    "Señor catedrático"..."Señor emérito"...
    Juan, no voy a firmar porque sabes quien soy.
    Un beso y un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. A mí también me gusta que hagas estas cosas y lo bien que las cuentas!!!!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar