miércoles, 2 de febrero de 2011

ESCULTURAS DE ANTONIO CAMPILLO: POEMAS ESTABLES AL AIRE LIBRE. (I)






Los parques públicos debieran ser como las personas a quienes nos gusta encontrar, para que la ciudad no nos sea desconocida y, menos aún, hostil. El espacio público (la expresión me trae el concepto en desuso de “bien común”) además de árboles y plantas, suele tener objetos lúdicos para los niños; y, también, alguna talla visible, o monumento o estela que sirve de icono referencial a ese ámbito concreto y le confiere cierta identidad. (Hay lugares que se conocen, por su escultura; y por citar un solo ejemplo de alusión, el “Parque Fofó”, dedicado al genial y entrañable payaso).
Hoy me ajustaré a un área que está ubicada en Murcia, en la avenida Príncipe de Asturias, delimitada por las confluencias de la avenida Marqués de los Vélez y la avenida de Europa: es el parque dedicado al escultor Antonio Campillo.
((Ya he hablado en este blog –y también en una publicación escrita- de la obra de este escultor murciano, por cuyas realizaciones artísticas siento afición y afección. Así como del museo de su nombre en Ceutí).
El espacio artístico
del que ahora hablamos está fragmentado en dos superficies colindantes y, en medio, preside el bu
sto del escultor realizado por su alumna Marta Balmaseda.
Las figuras escultóricas que aquí están, como si fueran seres vivos evocadores, son alegorías femeninas. Casi todas, de menor tamaño de otras de Campillo que hemos admirado en exposiciones o que están repartidas en diversos sitios públicos y privados. Quizá con esta forma y tamaño, se muestran como sugerencia, evitando saturar el asentamiento, sin angostura, integradas; dando impresión de no detener el aire. Las esculturas aquí emplazadas explican singularidades, tiempo individual, en el que quien se detiene a mirar y ver se reconoce, en la alusiva memoria de lo que representan.

Pero también se pueden percibir en el conjunto que forman, como una asamblea en torno a su creador, que no tiene apariencia ni propuesta de que les vaya a declamar un discurso, pero sí simula que les está conjurando con entusiasmo a que mantengan la pose para deleite de los paseantes indeterminados a quienes gustará y de interesados determinados que se acercarán aportando referencias. Pero, unos y otros, con la humilde delicadeza de quien se encuentra con el arte. Y para todos resultará interesante este emplazamiento artístico.
En este lugar, donde las figuras de acero, que simulan ser de arcilla, hablan de la historia cotidiana en que nos exploramos, cada escultura tiene un nombre. Y es que a las imágenes les ocurre como a las personas: son como se llaman. Y mientras no las conocemos, tras el diálogo con ellas –esculturas o personas-, se llaman como son.

Cuando comenzamos la visita, la sacudida inicial es que representan a las mujeres de la tierra, al estado llano, en donde cualquiera puede reconocerse y señalar momento del pasado y del presente. No simbolizan a arquetipos aristócratas, ni acomodadas mujeres burguesas que pudieran tener nombre sonoro o conocido. Estas figuras encarnan la concepción de ternura de quienes son la inmensa mayoría: formas de certidumbre en donde reconocemos a alguien que está en nuestra mente.
Y en su inestable quietud, hacen real la idea
de la persona que no responde a modelos ni cánones de belleza estilizada o de pasarela, sino de lo que se es. Innegablemente, estas carnosas y redondeadas mujeres en escultura poéticas, con sus formas impregnadas y emanantes de ternura, llaman al reconocimiento de específicas características de las personas y los objetos de Murcia.
Escribir sobre la escultura de Antonio Campillo es sobrecogedor, hasta da la impresión de que lo hacemos a lápiz, que nada es definitivo y se puede borrar y corregir: porque estas obras contienen cada una un relato, son una historia de la cotidianeidad: el escultor –que nos dejó para ir a modelar otras formas, más allá de las nubes- conoce bien a los humanos: se acerca a su esencia y la evidencia en estas sólidas ideas de formas curvadamente sensitivas, que día y noche pueblan este parque.
(En entradas/entregas posteriores, trataré de comentar las impresiones que me producen estas nueve obras de Antonio Campillo aquí situadas).

4 comentarios:

  1. Es la mujer murciana "con busto firme, mirada al frente, cortando el viento" son palabras de mi tío. Sus manos huesudas, sus ojos profundos... nos dejó lo mejor que tenía: su obra.
    Me encanta el parque, siento su presencia y se que desde donde se encuentre nos hace un guiño y sonríe emocionado.

    ResponderEliminar
  2. Son como se llaman o se llaman como son: Venus o huertana. Mujeres de hierro temperamentales que parecen de arcilla, frágiles y bonicas.
    Preciosa descripción de la obra de Antonio Campillo.

    ResponderEliminar
  3. Desde la Fundación Antonio Campillo, le agradecemos profundamente los textos publicados por Vd. referentes al Parque escultórico, así como los que realiza individualmente sobre cada una de las esculturas. Que no le quede la menor duda, el sentimiento que nos transmite, está muy vinculado al de el Maestro.

    ResponderEliminar