jueves, 30 de julio de 2009

EL TIEMPO DE MÁS VACACIONES



Trabajo y rutina funcionan como sinónimos inconscientes. Este binomio parece desvanecerse en verano, cuando no hay programas establecidos. Cada jornada, una página en blanco. Sin embargo, considero que este periodo de descanso se ha idealizado en sus expectativas, hasta llegar a pensar que será lo mejor que nos pasará en el año.
Ahora, hay quien dice que siente también los signos del agobio y del hastío antes de iniciar su descanso estival, partiendo de la sensación de que “no llega”, pero no para de pensar en todo lo que hay que preparar: compras de última hora, maletas, qué hacer con las plantas,… No se trata de un «síndrome» como tal, -prevacacional-, (parece que, aún, no es un problema serio), pero existe. La gente lo empieza a mencionar como algo habitual que le pasa antes de un viaje. Parece ser que afecta sobre todo a personas con unos perfiles de activación altos y muy exigentes consigo mismas.
Con tantas decisiones que tomar todo esto puede resultar agotador, aunque se parte de que los preparativos han de ser divertidos.

Este verano está siendo especialmente caluroso. Mucho. Con quienes tengo algún contacto y están “de vacaciones”, han viajado, lo van a hacer o están en eso que se llama ‘segunda residencia’ en alguna playa o en un lugar más o menos lejano en la montaña. Para viajar, lo han hecho a través de agencia o por internet hacia un destino escogido al precio más razonable.
Dicen que, con la crisis, se aconseja distancias cortas. Pero hay quienes imitan el espíritu aventurero y se disponen a la conquista de lo desconocido, para almacenar en su retina nuevas maravillas, que después mostrarán sonrientes en la quietud de las fotos y las tomas de videocámara. En la maleta han puesto sólo lo imprescindible, porque en todas partes hay tiendas, sin el último libro que se pretende leer.
Visitarán monumentos, exposiciones y museos, y también la casa natal de algún célebre escritor o personaje de cierto relieve. Ya de vuelta contarán sus hazañas, alegando que los días se han hecho muy cortos. Habrá pasado el verano, otro verano.
Con el añadido de nos advierten (?) los psicólogos: desmotivación, tristeza, ansiedad, irritabilidad o los cambios de humor son algunas de las manifestaciones más frecuentes del síndrome postvacacional.
Ya se ve: podemos ser, a la vez, felices e infortunados, (la proporción de gente feliz debe de haber disminuido; la felicidad, ya se sabe, no se puede retener).
Volverá la espléndida realidad los días a la vuelta del cansado descanso y la perspectiva del trabajo, aunque ahora aparezca como una rutina o un ‘castigo’ Y se producirá el encuentro con quienes son las referencias vitales.
Mientras tanto: « ¡Buen verano a todos!».

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