viernes, 11 de julio de 2014

…en MADRID, PARA SEGUIR VIENDO A EL GRECO

A Madrid se vuelve.
Tiene imán Madrid. Por tantas cosas,… y por su oferta cultural, (que habría que dedicarle varios días).
Cualquier motivo es lícito, (en este caso, la exposición de El Greco, distinta pero relacionada con la de Toledo), y la excusa es, como mínimo concederse un regalo a sí mismo, más allá del capricho.

Me llevó a Madrid el interés de visitar, cuando menos, el museo del Prado.
(Como anécdota muy agradable mencionaré que se puede acceder gratuitamente al museo -¡ahorro de 14 euros!- con el carnet de profesor y/o maestro. No sé por qué, (¡qué cosas!), pero le pregunté a la chica que despachaba las entradas el por qué de tan graciosa y jugosa medida a favor del docente. Me respondió que había que favorecer y estimular la educación, como hacía Fernando Giner de los Ríos, -entre otras cosas, el de la Institución Libre de Enseñanza-, que se vestía de chaqué y guantes de piel para ir a sus clases en la Universidad, considerando que el acto docente era importantísimo.
Lo es.
Y me sorprendió gratamente esta respuesta, que recuerda que hay que estar con la Educación y con quienes la imparten).
     
Y en la fundación Mapfre, la exposición fotográfica de Henri Cartier-Bresson, -fotógrafo con alma de pintor, que recoge influencia de su admirado Cézanne-, una exposición excelentemente organizada, amplia, fotos que son más que eso: una artículo periodístico y una referencia histórica cada una de ellas. Cartier Bresson simultánea el reporterismo con el cine. Es en España donde realiza uno de sus trabajos más celebrados y emotivos. Bajo el título Victoria de la vida, un documental muestra los efectos de los bombardeos sobre Madrid y la instalación de un hospital de campaña próximo a la línea del frente o la rehabilitación de los heridos en la retaguardia.

Una visita que dura dos horas sin dilatarse.

(Debo advertir, una vez más, que soy, apenas, un visitante y observador moderado. Ando en tinieblas, como tantos otros, buscando imágenes que me ayuden a explicar el mundo, donde estar o no de acuerdo sea lo menos importante. Sostengo la dificultad de la mirada al arte y no su oportunismo o coyuntura; mirar/leer en tiempo distinto al de la prisa.
Una exposición de esta magnitud potencia inesperadamente un cambio de ánimo, y se despeja la confusión entre el pasado y el presente, esa noble sensación en la que el mundo fuera se suspende y todo lo que ocurre está en la pintura, en la fotografía, en las palabras escritas y habladas. No es posible detener las palabras y cada una parece ser única e indivisible).


Pero hablemos de El Greco, que ha sido mi principal estímulo para volver a la capital de España.
Tras clausurarse la exitosa cita de Toledo, -en la que estuve y di cuenta de ello-, que ha sido la exposición de la mayor concentración de pintura de El Greco, el arte desemboca y nos cita en Madrid, con motivo de:

EL GRECO & LA PINTURA MODERNA

Madrid es un espacio múltiple y libre (a pesar y por encima de sus gobernantes), y El Prado es un museo singularmente excepcional, fundamental e imprescindible. Donde se expone con acierto y claridad la gran influencia de Doménico Theotocópuli, en los artistas modernos.
Así, desde los principales movimientos y creaciones pictóricos desde finales del XIX a principios del XX, recogen sin complejos la influencia del Greco.
Con especial atención en Cèzanne, Picasso y Pollock, el recorrido está dispuesto en ocho ámbitos, ideado por el comisario de la exposición, Javier Barón, y sus colaboradores, dispuesto por espacios interconectados, pero que, cada uno, gira en la órbita particular de un cuadro de El Greco como polo y las interpretaciones/recreaciones de artistas modernos influidos por él. Queda claro que resultó determinante en la renovación de la pintura.

Un diálogo indispensable.
La influencia del Greco sobre más de un siglo de producción moderna.

¿Qué hace que giremos la mirada hacia atrás en épocas que doblan los cuerpos en una conversación entre cuadros? Dificultades, asombros y conmociones durante la visita a la exposición.
Se agradece que se facilite el entendimiento y la afirmación de que, desde mediado el siglo XIX hasta avanzado el XX, El Greco es un vanguardista, porque es aceptado y seguido por los modernos, y que fue considerado un maestro influyente para españoles como Zuloaga, que adquirió una de las obras cumbres de El Greco,
'La visión de San Juan', que tanto impresionó a Picasso y que le influyó para pintar Las señoritas de Aviñón: “…cuerpos desnudos, posturas, los ángulos quebrados de las anatomías y de los pliegues de las telas, la concepción del espacio al margen de las tres dimensiones…”, que ayudan a situar al artista griego en el origen del cubismo.


Así como, también de Picasso,

El entierro de Casagemas es su particular expresión de El entierro del señor de Orgaz.


















Rusiñol, Fortuny, [La Trinidad,
fundamental para los artistas modernos, está en la primera sala y se muestra su inspiración en Mariano Fortuny], Sorolla, y para pintores de otras nacionalidades, igualmente reconocidos universales, como Manet, [La Anunciación tiene una relación explícita con la obra de Manet Cristo muerto con ángeles].








La 'adelantada modernidad' de El Greco explica por qué Cézanne y Giacometti copiaron su 'Dama del armiño'.

 Y Modigliani, con su caballero de la mano en el pecho, -que es el retrato del Greco que más influyó en los pintores modernos-.



El Bautismo de Cristo, El expolio, Laocoonte y La Resurrección de Cristo son obras que sirven para ilustrar las huellas.
Y tantos otros…
De todos los artistas podríamos decir algo, pero sería excesivamente extenso. 

Indicar que en El Prado están. La exposición cuenta con 26 obras de El Greco, 80 de otros artistas. 

Como mínimo, doble vertiente: una, se trata de una exposición antológica esencial de obras maestras del artista cretense que advierte de sus principales etapas y estilos; otra, una muestra visual de sus influencias en artistas pintores de la modernidad.

Las obras de El Greco y sus seguidores nos disponen a caminar, de nuevo, de otra manera.

Y que ir a verlas merece el esfuerzo y el viaje.

NOTA adicional.- 
Toda vez que uno está en El Prado, hay que volver a ver la Gioconda o Mona Lissa, (más limpia que la del Louvre, de París); 


Y, con devoción obligada por Velázquez, Las Meninas y la Fragua de Vulcano.

lunes, 16 de junio de 2014

…A TOLEDO REGRESÉ, PARA VER A EL GRECO

Había que ir a Toledo, que esto del IV Centenario de la muerte del pintor se acababa, celebrándolo con una gran parte de su obra, que anda dispersa por el mundo. 
Toledo, en esta ocasión, situó el epicentro en la obra de Doménico Theotocópuli, el Greco, recopilada y traída de diversos museos del mundo.
Pero estimo que hablar de la obra del pintor no es lo más adecuado ni puedo hacerlo, pues quien esté interesado y quiera puede buscar, informarse y opinar. (La prensa escrita ofreció amplios reportajes y galería de fotos de sus cuadros; puede consultarse).
Estoy sentado en una esquina de la plaza Zocodover de Toledo.
Acabo de subir, (en esta ciudad, ¡cómo no subir!), dejando atrás la estatua monumental de Cervantes. Me han tomado una foto junto a esta representación del escritor.

Y me surge la idea de que, por esta vez, hay que atender más a lo lúdico, incluso a lo anecdótico y que entretenga. Ahora, en un martes casi veraniego del mes de junio, mi monólogo interior es acerca de la voluntad de ver y conquistar una trozo de felicidad sensorial que no me he querido negar. A propósito de esto, sobre hacia dónde decantar la escritura, me inclino por decir algo que, sin ser fácil, puede mostrar alguna amenidad, aunque puede que no haga eco en el lector.

Había que modificar algunas cosas, matizar algunos detalles sobre qué contar de esta visita, a la vez que permitirme algunos detalles visuales en torno a la obra pictórica de El Greco.
Ya conocía Toledo. He vuelto a la capital que fue del imperio, -hoy de Castilla La Mancha- y patrimonio de la Humanidad, tras muchos años. En estos días, he paseado a buen paso y, junto a la satisfacción de la mirada, de los olores y sabores, he ido acumulando cansancio en las piernas, pues caminar por esta ciudad, de calles estrechas y empinadas, con tramos de largas escaleras, acaba por notarse. No se trata sólo de la importancia de la exposición, sino de algunos pequeños detalles vividos.

El Greco en Toledo: una ciudad para un insigne pintor.
Mientras tanto, sigo paladeando las obras de El Greco (Hay algo en este pintor que nos lleva a considerar y observar la realidad y lo místico, pues muestra lo visible y lo invisible, en una relación tranquila, más por lo que muestra que por el dolor en sí, en una relación indolora, desdramatizada. Y no es algo que me haya inventado).


Recorrer la zona monumental toledana, combinando la importancia del viaje cultural y el desgaste físico, en la necesidad de no perder los recuerdos, la memoria.

Ha sido, -porque así lo es-, un viaje vital hacia adelante y hacia atrás. La circunstancia, la realidad y el mundo en Toledo saboreada en primera persona.

Mezclar el personaje de El Greco con la ciudad, de tal manera que se posibilite identificar la visualización de lugares y personas como el impacto de la voz a la que pertenecen otras historias que, cuando se dicen, la reacción de los demás, la mirada de los otros, son silenciosas: las cosas suceden cuando se escuchan o se leen.
Leyendas que se ubican en Toledo.
Hay organizaciones de formados emprendedores –creo haber visto cuatro- que ofrecen paseos por la ciudad, por la mañana o al caer la tarde. Me inscribí en una de ellas.
Salimos. Un grupo de unas veinticinco personas.
El guía, Alejandro, se lo tiene bien estudiado y sabido, posee buena voz y notables modos de actor; hace inflexiones y cambios para mantener la atención de los paseantes organizados, relata bien.
Dice que hay más de trescientas leyendas en Toledo, pero que, en una hora de paseo, sólo podemos tratar 4 ó 5.
Comenzamos en una puerta cegada de la catedral, frente a la calle Locum, (el sitio, vamos, el lugar,…), donde se sitúa la leyenda “La ajorca de oro”, de Gustavo Adolfo Bécquer, en torno al romántico hecho de Pedro Alfonso de Orellana quien intentó robar, por amor y para su amada María Antúnez, la ajorca de la Virgen del Sagrario –patrona del Toledo-, y su desenlace dramático.

Otra es la del Cristo de la Calavera, también de Gustavo Adolfo Bécquer, situada a unos trescientos metros desde aquí, en un entorno que se conserva como cuando el escritor romántico paseaba por la ciudad.



La más espectacular es la doble leyenda del Cristo de la Luz: lo tapiaron para salvarlo de los musulmanes, le pusieron una lamparilla de aceite para mientras se levantaba la tapia; luz que, 300 años después, aún permanecía encendida.
La otra es que la comunidad judía aborrecía a este Cristo. Es más: tras descubrirse un prodigio con las piernas de la imagen, un vecino judío intentó acabar sin éxito alguno con el Cristo de la Luz.

El paseo concluye en unos jardines cercanos al Alcázar. Hay quienes se quejan de los molestos mosquitos. El guía dice que ello es debido a que el río Tajo lleva la mitad de agua que le corresponde… porque la otra mitad está en Murcia.
Ya que nadie me había pedido mi lugar de procedencia, no entro “al trapo” de una discusión que –creo- no conduciría a conclusión. Pero ahí quedó la espina de la ‘solidaridad’.




Cae la tarde. Del calor nos resguardan los toldos desplegados en muchas calles. A la vez que dan color a las calles “vestidas” con tapices, telas, pendones y banderas tanto para estos tiempos de magno acontecimiento cultural, en torno a El Greco, como para el día del Corpus, de gran importancia en la ciudad.




 
Entrar a la Catedral primada sin pagar.
Fue una casualidad; ocasional, no otra cosa.
Había previsto mi visita a la Catedral. 
Desde la plaza del ayuntamiento, escucho música de banda que se acerca en marcha procesional. Espero expectante, a ver qué es. Sobreviene la procesión de la Virgen de la Esperanza, de la parroquia de san Cipriano.
(¿Por qué digo esto con ese señalamiento y ‘precisión’?
Pues porque, a cada minuto, alguna de las diversas personas de la Hermandad de Caballeros y Damas Mozárabes, lanzaban el grito largo, casi agotador de:
-     “¡Viva la Virgen de la Esperanza, la morenica de de san Cipriano!”
A lo que los participantes en la comitiva respondían con
-     “¡Viva!”

Bueno,… a lo que íbamos.
Observo que la procesión gira hacia la entrada de la catedral, habitualmente custodiada por tres seguratas que controlan el acceso. Observo que se han retirado y que dejan el paso franco a los devotos.
Sin pensarlo me coloco en una de las filas, tras la última mujer que porta vela y, a mi espalda, la proximidad física de la banda de música. Penetro en la catedral y ya estoy dentro. El cortejo sigue hacia una capilla donde aguardan canónigos y otros clérigos para celebrar una ceremonia religiosa.
Pero yo encamino mis pasos para observar lo que ofrece la catedral. Nadie me dice nada y eso que hay ordenanzas uniformados por todos los ángulos.
-“¡Me he ahorrado 8 euros!”, pienso con regocijo. No me da rubor decirlo. Es más,… parecía una señal, una oportunidad… de no sé qué.

 Y así, hago mi calmosa visita a la catedral. Observo el  altar mayor, el coro y las capillas laterales, Llego al primer salón de objetos de culto, donde preside centralmente la custodia que se usa en la procesión del Corpus: todo un lujo en oro,… (Me da por pensar… en otras cosas y consideraciones, ante tanta riqueza). Entro, casi rozando al de seguridad, que ni me mira. Dentro está uno de los varios grupos de japoneses, a los que se advierte que no utilicen flashes para obtener fotos. Salgo.

Me dirijo a la Sacristía, de tres estancias, es el Museo más preciado de la catedral: dedicado a El Greco, -aunque hay otras pinturas, de entre las que destacan una de Velázquez y otra de Goya-.










La sala más espaciosa la preside el cuadro “El Expolio”, representando a Jesucristo al que despojan de sus vestiduras momentos antes de clavarle en la cruz. (Como casi todo lo de El Greco, bella mostración, más representación que dramatismo). Colores y situación de las diferentes figuras.
En la parte alta de las cuatro paredes de la sala, están retratados singularmente los apóstoles, con sus símbolos y señas, -lo que obvio, por ejemplo, san Pedro con las llaves-. Y hay esculturas y otros motivos visuales de valor y agrado. Un lugar de impresión que marca huella.
Lo he admirado, reincidiendo una y otra vez, volviendo a mirar. Me sentí y me sentó bien.

El entierro del conde de Orgaz”.
Las colas lo habitan todo, se camine hacia donde se vaya. Pasear por Toledo en una hora cualquiera, -salvo en el caluroso hueco del mediodía- hace encontrarse con gente, sea dispuesta para entrar en algún lugar de exposición o para un restaurante o bar.
Iglesia de Santo Tomé. El efecto al entrar en un ámbito de breve espacio con apenas iluminación, es realmente magnífico: la pintura de El Greco es otro certificado más de quien es el más ilustre habitante de Toledo.
La claridad de caras reconocibles en el cuadro se acumulan, reclamando atención singularizada.
Gran espiritualidad se respira en este y otros lugares. Es la espiritualidad de Toledo que inunda interiores y sus calles.

Convivencia de culturas, infinito movimiento que aturde a la vez que seduce.


El Greco en el museo de Santa Cruz.

El interés de una exposición en este museo es su amplitud; aunque también es un inconveniente. La cantidad mueve a la desatención; con facilidad la mirada se fatiga.
Y porque la pintura de El Greco tiene la disposición y cualidad de transmitir lo mismo lo más terrenal que lo más sagrado o misterioso: él llega más allá de la representación de lo visible. Es la capacidad de la pintura para tratar los asuntos graves, como la crucifixión sin dramatismo.


Vuelvo a las calles empedradas, callejuelas angostas e inclinadas. En Toledo siempre se está subiendo, aun cuando bajas, sabes que tendrás que volver a subir, vayas o regreses.





Porque hay que ver nuevos sitios, pasear por la Judería, revisitar las sinagogas (la impactante e importante, la del Tránsito. 





Y la de santa María la Blanca).



Y llegar hasta la iglesia de san Juan de los Reyes, de claustro destacable y de frontal donde destacan los grilletes y cadenas que tenían presos a los cristianos liberados por los reyes Católicos del yugo islámico.




Y ver las puertas-arcos (de Bisagra, del Sol y otros). Y los puentes, otros espacios monumentales, desde todos los puntos se divisa el Alcázar.
Toledo tiene mucho para ver, admirar y vivir, deambulando, impregnándose de su herencia y lo que late con viveza.
Por la tarde ya me invade el cansancio. Quiero seguir viendo.  Por lo que busco una alternativa de uso muy popular: para abrazar Toledo, nada mejor que el trenecito turístico (considero que mejor que el autobús, porque este “tren” entra hasta por calles estrechas).
En diferentes momentos, el vehículo se detiene y posibilita fotografiar panorámicamente a la ciudad de Toledo, con el río Tajo, y, así, emular la mirada que El Greco mostró en uno de sus cuadros.
Y admirar el puente de Alcántara, bien conservado.

 Va cayendo la noche y Toledo, magnífica ciudad, cruce de culturas y épocas, se silencia en los retazos de su historia.




Un cartel, dentro del hotel, avisa y sugiere una visita a  la terraza del hotel: anochecer, ausencia de ruido.
Un grupo de catalanes hablan en su idioma, y han tomado todas las sillas y la mesa, en la que disfrutan de copas de vino.
En el otro espacio de la terraza, un círculo de personas de pie, también toman vino, mientras miran y apenas hablan.


Aguanto prendido en la atmósfera imponente entre el cielo y los tejados. El entorno es precioso, pero el cansancio hace mella.


    Ha estado bien, muy bien.

Y si quieres ver y saber más,...

sábado, 24 de mayo de 2014

Noche de los Museos,... será en mayo de 2015 Aguardando el paso los días.



Desde 1977, ya suman 37 años consecutivos de celebración de esta fiesta internacional: casi ciento cincuenta países organizan actividades y dejan las puertas de sus recintos abiertas al público. Siempre en el sábado más cercano al 18 de mayo. En la jornada del domingo, se llama a la visita y el descubrimiento de los museos (lugares públicos, para muchos todavía desconocidos; hay quienes se quejan de la difusión del evento) y lo que ofrecen.
En esta ocasión el lema es "Los vínculos creados por las colecciones de los museos".

 ¿Ir al museo, de noche y en el tiempo apretado de unas tres horas…?

No se trata de acudir por presión, ni de atiborrarse para alcanzar, en una noche, lo que debiera/debe ser una planificación espaciada y realizada a lo largo del año. Podría resultar contraproducente, (no sé si hasta llegar al punto de síndrome de Sthendal, que se manifiesta cuando, en poco tiempo, contemplamos  de forma continuada un gran número de obras de arte y que pudiera convertirse en  sufrir un malestar personal).

Se forman colas en estos centros culturales. Más gente de lo habitual en esta fiesta se acerca a los museos, pero menos de lo que podría haberse esperado. (“Noche de los Museos” abarrotó Cartagena, lo que es un hecho habitual, creciente, singular y distinguido).

Los puntos cardinales de la convocatoria en torno a los museos se polarizan en:



· Los Museos en sí, sus colecciones temáticas y de actualidad. Visitas guiadas, de forma gratuita.
Hay pensar y actuar en favorecer los paseos culturales itinerantes, en Murcia, como el realizado desde el museo de Bellas Artes: caminar hasta el Museo de la Muralla, pasando por el monumento a Abderramán II, concluyendo en san Juan de Dios.

· Talleres y actividades en torno a temas del museo correspondiente o de un aspecto de promoción, destinado, sobre todo, a la infancia: preparando el futuro inmediato. Hay actividades para todas las edades.

· Literatura en la calle y cafeterías cercanas al museo que la propone: presentación de libros, presencia de autores, mesas redondas y diálogo, recitales poéticos.
La convención habla con una descripción descorazonadora –que hay que quebrar y sustituir la vulgaridad de tópicos y trivialidad- de la Poesía y la Narrativa. Así, se estima ‘normal –?- que las personas no habituadas a leer ni siquiera osen acercarse, ¿quizá por temor a ser devorados por un mundo incomprensible o melancólico y que, además, resulte agradable?
Hay que imaginar e ingeniar la proximidad la poesía, con el empleo de un lenguaje cercano a nuestros días: un punto de conexión, una posibilidad de aunar cultura popular y culta.

· Música que en cada recinto se interpreta: diversa y temática, singular y distinguida, según el museo, para acudir. Adscribir un estilo de música a cada Museo que, con cierta habitualidad, (por no encasillar permanentemente), sería/es una seña identidad que hace conjunto.
La música como referencia, así como la presencia de pintores y otros artistas, son/serán un distintivo: conjugar y mezclar diferentes tradiciones literarias y lenguajes creativos, consigue un aire de naturalidad.

Un espectáculo, como el del museo “Ramón Gaya”, en el que la música dialoga con una selección de obras de la colección, proyectadas en la fachada-.


El museo de Bellas Artes (MUBAM), con su rock/blues. Y que ofreció, además las visitas guiadas, y el paseo itinerante por el Museo y monumentos cercanos.




La iglesia-museo de san Juan de Dios, excelente ubicación donde acrisolar la música con instrumentos de metal, y de gran grupo/conjunto musical.




El museo de la Catedral, (“Música, literatura y arte”), ofreció un dueto de violín y flauta, que sonaba delicado y envolvente desde las alturas góticas.


El museo y espacio de santa Clara, con el jazz en la noche abierta, entre ecos de agua.





El museo Arqueológico, que también se apuntó a esta iniciativa, ofreciendo música cubana, con bastante aceptación de público.





El museo de la Ciudad, con música celta y cantigas.


La música de bandas, en la mañana del domingo, en el Museo de la Ciencia, en el espacio “Molinos del Río/Caballerizas”, y otras plazas murcianas.


Habría que convocar -es preciso tenerlo en cuenta- en ámbitos propicios a los músicos de Murcia: a los cuartetos de cuerda, a los de viento madera-metal, a los pianistas,… Que esta noche sea motivo de presencia y que todos se sientan llamados sin ausencias.

Visitar de día o en esta extraordinaria noche, los Museos, abierta y gratuitamente, –señalamos los de Murcia y recomendamos los de Cartagena- en sus actividades y recepciones guiadas para todas las edades: los niños, protagonistas y destinatarios.

También la “Noche de los Museos se inventa con tradición y osadía, a veces imprevisible en el momento cultural actual. La popularización, la posibilidad de buscar nuevos espectadores/visitantes podrá venir desde una modernidad expresiva de formas y contenidos.

Los talleres creativos para todas las edades, más allá que la simple diversión. Es una idea y una práctica, de forma especial en aquellos que disponen de jardín en el recinto (Museo de la Ciencia, Museo de la Ciudad de Murcia y museo del convento de Las Claras. Se unió a la noche el Real Casino de Murcia, facilitando la entrada y la visita. 
[El museo Salzillo, parece ser, tiene algunas dificultades para abrir por la noche. Se otorgó el domingo por la mañana, gratuitamente, para visitas guiadas, previa inscripción).

Actualización y la renovación de los museos: mostrar y explicar el arte y la cultura para adaptarse a los tiempos y al público del siglo XXI. La expresión artística de los museos está estrechamente relacionada con los modos de vida de los ciudadanos. Más allá de su venerable pátina. El cibermundo se hace presente en el campo interconectado y sobreexpuesto. La pantalla genera un nuevo rastro que atesora un factor revolucionario sutil y complejo al mismo tiempo: lo real como un espacio incluye todas las vías externas por las cuales puede viajar la información, tiene que contribuir a la consolidación de aquellos procesos por medio de los cuales dejemos de ser usuarios o clientes o víctimas
Quizás mediante esto se llame a la sensación, en el próximo cotarro festivo-museístico, que los Museos existirá no en tanto que algo de lo que se habla sino de algo que habla. Y que actúa constantemente.
Hay tantas cosas por hacer, tanto futuro por construir, que uno no sabe por dónde empezar.



Adenda.- La Noche de los Museos abarrotó Cartagena.

No sólo visitas a los recintos culturales, rutas guiadas y representaciones sobre la sociedad y los espectáculos de épocas cartaginesas y romanas.
Una jornada inabarcable de quince horas de cultura y  combinación de espacios artísticos y escenarios urbanos. 43 lugares donde escoger. Se nota un conjunto de inteligencias coordinadas que ha hecho de esta noche cartagenera un referente ineludible. (Hay que tomar nota).