(Conclusión)
Presencia de
la Ética.
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DE LO INMATERIAL
(y III)
6.- Aparece,
-lo contiene-, un sentido ético.
La vida es lo que le impulsa. El origen específico no es fruto de una
serie de casualidades, sino de una refinación de vivencias que se mantienen y
otras que se transforman en el tiempo. A
todo esto habría que sumar la
circunstancia sociológica de las personas. Cuando los ciudadanos
reconocen la autoridad de la historia y deja de ser un acto de fe, al margen de
quién sea el gobernante, se consolida la aceptación de que la vida valía y vale
la pena de ser vivida en las características de una sociedad concreta. Había,
hay y habrá en ella muchas cosas hermosas, también para quienes no poseen
recursos.
Quizá la cuestión pudiera ser grave si hay malas prácticas (en el
factor económico puede haber una posible ausencia de escrúpulos, si lo que
busca el capital es el beneficio económico a toda costa, que todo lo
condiciona), tanto en los negocios relacionados como en la ignorancia,
distorsión o negación del sentimiento de identidad y continuidad. Si éstas
sufren, puede que se dé un momento patético y desfavorable, que debe ser
contenido, valorando si se puede recuperar y si es posible comenzar de nuevo,
en gestión ética con inteligencia e imaginación hacia el futuro, que no es algo
súbito pero si inequívoco.
La Política, como arte de lo
posible, con sus gestores temporales, está obligada a observar y tener en
cuenta, a fundamentar e, incluso, proponer, de manera
gradual y efectiva, tipos de persona con sensibilidad y vocación por la cultura,
inclinados a la acción. No será simplemente una persona informada de lo que
pasa sino que lo experimenta y afronta en hechos esenciales de la vida.
Una categoría de persona que, en su tiempo libre, tras el trabajo,
contribuye a mantener sólidamente el patrimonio cultural inmaterial. Un ser
humano, individual y social, que dedique su tiempo y esfuerzo para estimular la
pervivencia de lo inmaterial en la sociedad y en la cultura; una persona a quien
le gusta estar al tanto de todo, reflexionar sobre ello, asociarse y sacar
conclusiones de todos los ámbitos de su vida en el marco geográfico donde
habita. A la vez que demande de los dirigentes públicos que sean receptivos
para armonizar el arte y
la política.
Es una proposición de ejemplo y acciones de un
‘ciudadano ético’, (se puede atender a las
indicaciones de la Filosofía, con respecto a modelos éticos), que tiene disposición para conocer,
asimilar y participar en el patrimonio físico e inmaterial del entorno en que
vive y se mueve. Y que, a su vez, será un punto de referencia para quienes,
desde fuera, vean el proceso y estimen acercarse a conocerlo.
Que la Ética aparezca aquí es porque, por una
parte, estamos hablando de personas, no de otra cosa. Y, por otro lado,
disponer de criterios: de libertad, de consideración humana y responsabilidad.
Donde haya personas coexistiendo, que con sus acciones y las consecuencias
pueda afectar a los otros, debe de haber principios éticos.
Y en este asunto de vivir periódicamente el
hecho cultural, cuando menos, hay cinco actitudes y tipo de personas:
1.- Quienes se implican
intensamente. Es una minoría comprometida, con capacidad de generar y extender
el entusiasmo.
2.- Quienes acogen la
manifestación del hecho cultural, les agrada, pero son sólo usuarios pasivos.
Es una mayoría de reconocimiento, de agrado ante lo que ve, de aplauso y sin
conflicto. Aceptan la permanencia de la tradición y sienten la identidad,
aunque sea momentánea.
3.- Quienes, aún siendo
del lugar, ignoran el hecho, porque lo desconocen: por razones económicas, de
nacimiento o de no tener acceso a la información. Esta situación es superable,
sin adoctrinamiento. Conforma un segmento social al que hay mostrar lo que hay. Mostrárselo, y ya, que lo acepte o no, dependerá de su voluntad y conveniencia.
4.- El forastero y extranjero,
que se encuentra ante un hecho cultural que puede despertar su curiosidad o no.
Puede participar en la visión del espectáculo pero, una vez concluido, no le duran
las emociones.
5.- Quienes no les
interesa y, voluntariamente, se oponen, por diversos motivos, a estas
manifestaciones. En una actitud respetable mientras no haya descalificación por
enfrentamiento excluyente.
Y seguramente habrá más particularidades. Pero se trata de justificar
la presencia de los saberes y sus métodos.
No es esto una meditación sobre la tradición y la melancolía sino lugar
de pensamiento y de intercambio. Es cuestión de cómo hacer en la aplicación armónica
de esas formas de la rutina y de la inventiva. Y que el mensaje no se pierda en
un propósito anecdótico.
Conocida la acción política de gobierno que, como todas, afecta a los
ciudadanos pero que, en esta ocasión, la disposición legal se refiere a
sentimientos y vivencias, a “los vínculos
emocionales establecidos entre el pueblo y el conjunto escultórico”
de la obra del artista F. Salzillo, compleja vinculación de perfiles difusos
pero perdurables en el tiempo, se ha considerado escribir una observación sobre
la acción político-administrativa. Y una proposición de actividad para que
llegue e impregne a la ciudadanía sobre el Bien de Interés Cultural Inmaterial
“La Mañana
de Salzillo”, en Murcia.
Se ha contemplado un itinerario posible, en la búsqueda de un
importante segmento de la ciudadanía que conoce, siente y hace suyo el
patrimonio cultural específico de su entorno, de carácter universal tanto
físico como inmaterial. El hecho de que todo lo que hacemos lo aprendemos
primero por imitación, es indicación suficiente de hasta qué punto es un
elemento esencial de la vida.
Ahora toca que otros hablen.
Abril, 2015
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