Se llega al final
del curso "Perspectivas y métodos en Historia Intelectual", (que
acaba hoy, martes, con la intervención de J. L. Villacañas; y me lamento de no
poder asistir, escucharle y saludarle).
Cuando la Hª Conceptual fija su atención en un autor,
que está vivo y en activo, (hoy Q. Skinner; el otro día, R. Koselleck), se polariza
y concentra tanto la atención y la mirada que, como es en este ámbito de
estudio, se desemboca en lo que es un encuentro académico investigador
especializado, a la vez que, por su propia esencia, es provisional y discutible
–como debe ser- en la reflexión estudiosa universitaria -el autor del que se
habla sigue produciendo y puede modificar, admitir, ampliar su mirada y
consideración de aspectos de su propia obra-.
Y si uno –como es mi caso- no hay leído a tales
autores, entonces quisiera encontrarse con una disertación deliberativa a la
vez que didáctica.
Por ello, incluiré aquí las fotografías de lo que sirvió al profesor Borcardo para desarrollar su exposición.
Pero la conferencia
de que aquí se habla, que fue ofrecida por el profesor de la Universidad de Sevilla, Enrique Bocardo Crespo, es
altamente especializada. Y por tanto, con abundantes fundamentos en sus
referencias y fuentes.
El experto en Q. Skinner fue presentado por el
coordinador del curso, Ángel Prior, quien hizo una breve referencia a su
actividad docente y editora, resaltando, para esta ocasión, el libro publicado
“El Giro Contextual: Cinco Ensayos de
Quentin Skinner y Seis Comentarios”. (Madrid.
Tecnos).
El profesor Bocardo quiso centrarse en el análisis de
lo que Skinner considera “textos políticos”, como netamente diferenciados de
otros tipos de texto.
Para ello lo situó en este esquema-secuencia:
· La concepción del Lenguaje en Skinner.
· El papel que desempeñan los Conceptos.
· Manera en que Skinner entiende los textos
políticos.
Es obvio que no podía faltar las citas al filósofo
británico John L. Austin, el
estudioso del modo en el que las palabras son utilizadas para aclarar
significado (“Cómo hacer cosas con
palabras”), punto de partida para entender a Skinner.
Y el otro pilar de fundamento lo situó el
conferenciante en Peter Strawson, el
filósofo
preocupado por explicar el lenguaje, que no tiene un significado predeterminado, sino que ese significado es adquirido a través de su uso, es decir hay una fundamentación intencional.
preocupado por explicar el lenguaje, que no tiene un significado predeterminado, sino que ese significado es adquirido a través de su uso, es decir hay una fundamentación intencional.
Con Austin y
Strawson. Skinner entra en la discusión de la convención del lenguaje, que
desembocará en considerar que los textos políticos no son convencionales. (Aun
Skinner tiene que entender y demostrar las intenciones de un autor y el
significado de los actos ilocutivos). Skinner señala que toda intención del
autor de los textos –emisor, hablante- que la audiencia/auditorio pueda
entender, todo ello está relacionado con lo que la gente entiende y hace de
forma convencional.
Con lo cual, se
constata que existe un elemento omnipresente: el conjunto de convenciones
sociales. Y que se puede ofrecer algún tipo de explicación, en el juego
lingüístico, donde se emiten y escuchan las expresiones y sus intenciones.
En la segunda sección
versó sobre los Conceptos, atendiendo a la importancia del momento histórico en
que los textos se producen, se usan y desaparecen. Estrictamente hablando, como
argumenta Skinner, no se puede hablar de la persistencia de las ideas y los
conceptos en la historia; sólo existe la historia de su uso, y los Conceptos se
diluyen y dan paso a otros que ocupan su específico momento histórico. Así pues,
el sentido de la Historia no es identificar lo que cada autor ha aportado,
porque eso sería como caer en una ilusión metafísica, en la que se pretendiera
certificar la imposible vigencia permanente y atemporal de las ideas. Las
palabras expresan conceptos, y éstos son sucesos: los sucesos pasan y no
permanecen.
La tercera y última
sección trató del sentido de los textos históricos:
·
Limitar el rango completo de lo que se entiende y de las intenciones expresas o
subyacentes.
·
Trazar las relaciones entre la emisión del texto y el contexto lingüístico más
amplio.
Es el contexto
social el marco útil en que se decide qué significados contienen los textos.
Una.- (que ya la había planteado Strawson), que es la de
suponer que siempre y necesariamente haya una convención para entender el
lenguaje y el texto, pues sería como suponer que los romances amorosos tendría
que ajustarse a un patrón preestablecido, por ejemplo, en el momento histórico
literario del Renacimiento.
Y que si se atiende
a las técnicas retóricas usadas en la guerra civil inglesa (donde lo que se
decía no era lo que se quería decir, sino que llevaba otra intención), o si
vamos más atrás, atenderíamos a los textos de Tácito, o los de Tito Livio, y su
reelaboración posterior.
Los textos
políticos, en diferentes momentos de la Historia, contienen un entramado de
técnicas propagandísticas y disuasorias que hay que enmarcar en el contexto en
que se producen y que, con la evolución histórica y de situaciones, para los
fines concretos que esperan alcanzar y que no se vuelven a repetir; consecuentemente,
no formarán parte de lo convencional: no se reeditará en posteriores escenarios.
Hay convención en
determinados actos sociales (una boda, bautizo de un barco,…), pero no puede
decirse lo mismo de los actos y textos políticos: éstos se ajustan al momento
histórico, sin crear tradición ni protocolo convencional.
Por ello, hay que atender
al binomio convención y sentido: motivos, razones, e intenciones; a las 26
propuestas de Conducta Verbal de Skinner, que no es definitiva (y se puede
relacionar con su debate polémico mantenido con N. Chomsky); porque existe una
confusión skinneriana a la hora de resolver la cuestión del sentido del texto;
por ejemplo, “¿cuándo sé que alguien me está adulando si él, en su intención, no
quiere que me dé cuenta?”.
Una de las características
del lenguaje político (que no se entiende en términos performativos ni en
términos convencionales) es la de inducir a que el auditorio/audiencia acepte
juicios legítimos expresados por el emisor; por lo que, razonable y consecuentemente,
habrá diversidad en el entendimiento del
lenguaje y en la percepción del hecho político: no se puede imponer una
convención, como sentido único y exclusivo, de lo que un texto político quiere
decir. Y, también, los textos políticos hay que entenderlos en su contexto,
-que no es el nuestro-, atendiendo a lo sincrónico del momento histórico, y no
a lo diacrónico, suponiendo conceptos permanentes.
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