Hace dos días, en hora temprana de la mañana, al salir de
casa para las compras, me llamó la atención que tres chicas de aspecto estudiantil querían hacerse
una foto con fondo de pared que creí de piedra lisa, no contenía nada
más hasta ahora. Me acerqué, -me sorprendía al paso-, y leí una pintada que había irrumpido
tras la noche. Ahí estaba. En la risa nerviosa de las jóvenes había un
contenido y una intención de mensaje: “…esto se lo envío a…”.
Detengo el paso y me quedo a leer, no porque sea mucho, sino por permitir que me impregne el
breve e intenso texto de la pared. Me gusta.
Creo que es una caricia gritada, con ternura y simpatía, a
todos los ciudadanos, o sólo a quienes pasen por aquí.
No es la primera pintada que he visto por la ciudad ‘firmada’
por este supuesto “colectivo” de ‘Acción Poética’; en otras calles ha hecho su advenimiento
estos mensajes claros, sencillos en su evidente y sensible complejidad.
[En realidad, hay una ambigüedad: o se trata de una ‘acción
poética’, como el acto de estampar en la pared un texto notablemente elaborado con
gusto y ánimo delicado; o hay una persona o personas que se autodenominan así,
en este grupo que, en su nombre, avisa que será dinámico cuando convenga].
Dicen los estudiosos y analistas (pensadores, sociólogos,
psicólogos,…) que, en momentos de crisis social, -aferrada y sostenida por lo
económico y la inseguridad-, la desorientación hace que, por un punto, aparezcan
personas que hablan solas y en voz alta, y expresan algunas de sus razones del
por qué se sienten marginadas, aunque no se entienda en lo que consideramos ‘discurso
normal’: los vemos en las puertas de supermercados y en espacios transitados,
donde hacen oír su proclama sin esperanza y, casi siempre, ininteligible.
(Excluimos de aquí, por supuesto, a quienes hablan por el
teléfono móvil caminando por la calle, pues se les supone que tienen interlocutor).
Y por otro flanco, brotan este tipo de manifestaciones, como a la que hoy hacemos referencia, explícitamente sensibles, aparentemente
dirigidas a una persona pero que, como es más que hipotético y verosímil, se
puede apropiar cualquiera y quien quiera sentirlo y compartirlo así.
Hay que saludar, con alegría y esperanza, que haya quienes
quieran aportar y estimular, siquiera con una sonrisa, a paliar e intentar
salir de esta situación de hondonada social que vivimos.
Se podrá aducir que las pintadas afean las paredes y
estorban a la vista. Es cierto. Pero no en este caso, me atrevo a decir otra cosa.
Fijémonos. La pintada está hecha en tinta negra, al modo tradicional
de los recados y avisos anónimos en los muros y tapias, dirigidos a los poderes públicos o a
personas concretas. (No es un grafitti o símil-dibujos de jovencitos que
colorean paredes y puertas como marcando territorio, como hacen algunos
animales, de otra forma).
El escrito plasmado en esta pared de la murciana calle Segura,
esquina a plaza de san Agustín, está trazado por alguien que lo hace con
ortografía correcta y resaltando las tildes. (Esto nos puede conducir a pensar
que ya tiene ‘cierta edad’ y formación, tanto por el dominio ortográfico como por
la construcción de la frase).
Asegura, en negativo, (“No sé qué verás en mí,…”) que
alguien pone los ojos y contempla a otro/a alguien; a éste último le agrada sobremanera
sentirse avistado y distinguido; por ello implora que la mirada no se desvíe y
permanezca, (“…pero no dejes de mirarme”).
Es una invocación a la presencia
mantenida.
No sé si la frase es original o plagiada. Me da igual.
Porque es hermosa. Y muy pensada: poesía y pensamiento, fundidos y solidarios.
Os invito a dar la bienvenida a este tipo de escritas manifestaciones
públicas. Ojalá que os produzca, cuando menos, lo que a mí: cuando paso junto a
la pintada, leo y sonrío. Creo sinceramente que es un estímulo para mirar con
cierto optimismo al mundo y a las personas.
Palabras que habitan la calle y en el día.
Habrá quien vea en ellas
un adverso umbral.
Las leo.
Me gusta asomarme
y permanecer.
Salgo a la calle
por si tropiezo contigo,
autor o autora,
de esta circunstancia
de amor y vida.
Pared donde el viento resbala
y el mensaje permanece.
No hallo tu rostro,
pero atesoro tus palabras,
prendidas y detenidas
en el tejido pétreo.
Y ahí, en la pared,
un salmo culminante
clamando con música,
en un zumbido
animado,
vivo y simbólico,
donde el dolor no tiene acogida.
Genial este comentario, me ha encantado y el final, me parece una lindeza.
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