En junio pasado, se ha dotado con once nuevos relieves el parque
escultórico dedicado al maestro escultor Antonio Campillo en la avenida
Príncipe de Asturias, de Murcia. Se amplía así la muestra en el jardín elegido
por el propio artista, antes de desaparecer, para exponer parte de su obra, de
forma permanente y al aire libre.
Las piezas, donadas a Murcia por la fundación “Antonio Campillo”, son alegorías
de ideas universales y de oficios tradicionales, desde la visión figurativa singular
del autor.
Ocho están en un mismo muro: la maternidad, el segador, el fruto de la
vida, el flautista, la anunciación, cogiendo nidos, la bordadora y la siembra. Y
tres más, destacados específicamente: alegoría de la primavera, atardecer y la
fecundidad.
El Parque
Escultórico ya contaba con nueve esculturas, representaciones de la mujer
murciana, junto a un retrato en bronce del escultor. Las esculturas 'Saltando a
la comba' y 'La danza' fueron robadas en agosto de 2011. Se volvieron a fundir utilizando
los moldes originales.
Hasta aquí puede
que esto se quede en una mera noticia, quizá con una invitación a visitar, y
contemplar más de una vez, este conjunto artístico de primer orden. Pero, para quienes creemos en su importancia y nos gusta la obra de Antonio Campillo, es bastante más.
Arraigada en el ser humano está la supervivencia, de la descendencia o de
sí mismo. Instintivo y, además, aprendido. Así nos hablan estos relieves que
hoy comentamos.
Asistimos, a la vez, a la pervivencia de ideas y conductas, y al recuerdo
de oficios y modos que el ser urbano actual no practica, quizá no conoce ya. El
tiempo transcurre y Antonio Campillo pone en piedra las voces de un pasado
cercano pero que se diluye.
Ante
estos relieves nos hablan el silencio y la mirada, por lo que podemos imaginar
y contarnos íntimamente historias, también compartirlas con quienes estén cercanos
ante las obras, a la vez que nosotros: testigos de ideas e historias en la
condición de objetos.
De algunos sabemos, pero puede ser que de otros desconozcamos todo, pero vislumbrados.
Se va perfilando conforme miramos, ya sea a través de los recuerdos propios o
de otros que sí lo vivieron. Recuerdos que sirven de vehículo no solo
para desvelar el significado que se manifiesta sino también para recomponer la
historia pasada, los lugares y personas que en un momento histórico conformaban
este pequeño mundo. Evocaciones que revelan la vida y su paisaje, un marco
sugerido y que late en la memoria.
Estas señales sobre la vida anterior y ancestral es un goteo continuo, que
nos va ofreciendo los datos que reconstruimos interiormente, llevados por la
mano del artista, ante cada circunstancia que contiene cada escena.
La sugerencia y la evocación producen más efecto que lo especifico: cada
imagen contiene un impulso que tiende a completar lo sugerido. Se invita a
imaginar, a leer entre líneas con estas alegorías, se transforman en
información evidente y las metáforas dejan paso a la realidad y el lenguaje figurado
abre el camino a la expresión directa.
Pero de todo esto
hay que hablar despacio, poco a poco.
Lo haremos en próximas entregas, (si apetece leerlo, claro).
Ánimo, Juan. Digna causa la tuya.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estupendo estudio, merecido que se destaque el trabajo artístico de Campillo, al que demasiado le han institucionalizado en bicicleta los cajeros.
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