jueves, 11 de julio de 2013

Más ANTONIO CAMPILLO en su oasis escultórico dedicado. (I)





En junio pasado, se ha dotado con once nuevos relieves el parque escultórico dedicado al maestro escultor Antonio Campillo en la avenida Príncipe de Asturias, de Murcia. Se amplía así la muestra en el jardín elegido por el propio artista, antes de desaparecer, para exponer parte de su obra, de forma permanente y al aire libre.

Las piezas, donadas a Murcia por la fundación “Antonio Campillo”, son alegorías de ideas universales y de oficios tradicionales, desde la visión figurativa singular del autor. Ocho están en un mismo muro: la maternidad, el segador, el fruto de la vida, el flautista, la anunciación, cogiendo nidos, la bordadora y la siembra. Y tres más, destacados específicamente: alegoría de la primavera, atardecer y la fecundidad.


El Parque Escultórico ya contaba con nueve esculturas, representaciones de la mujer murciana, junto a un retrato en bronce del escultor. Las esculturas 'Saltando a la comba' y 'La danza' fueron robadas en agosto de 2011. Se volvieron a fundir utilizando los moldes originales.
Hasta aquí puede que esto se quede en una mera noticia, quizá con una invitación a visitar, y contemplar más de una vez, este conjunto artístico de primer orden. Pero, para quienes creemos en su importancia y nos gusta la obra de Antonio Campillo, es bastante más.


Arraigada en el ser humano está la supervivencia, de la descendencia o de sí mismo. Instintivo y, además, aprendido. Así nos hablan estos relieves que hoy comentamos.
Asistimos, a la vez, a la pervivencia de ideas y conductas, y al recuerdo de oficios y modos que el ser urbano actual no practica, quizá no conoce ya. El tiempo transcurre y Antonio Campillo pone en piedra las voces de un pasado cercano pero que se diluye.
Ante estos relieves nos hablan el silencio y la mirada, por lo que podemos imaginar y contarnos íntimamente historias, también compartirlas con quienes estén cercanos ante las obras, a la vez que nosotros: testigos de ideas e historias en la condición de objetos.


De algunos sabemos, pero puede ser que de otros desconozcamos todo, pero vislumbrados. Se va perfilando conforme miramos, ya sea a través de los recuerdos propios o de otros que sí lo vivieron. Recuerdos que  sirven de vehículo no solo para desvelar el significado que se manifiesta sino también para recomponer la historia pasada, los lugares y personas que en un momento histórico conformaban este pequeño mundo. Evocaciones que revelan la vida y su paisaje, un marco sugerido y que late en la memoria.
Estas señales sobre la vida anterior y ancestral es un goteo continuo, que nos va ofreciendo los datos que reconstruimos interiormente, llevados por la mano del artista, ante cada circunstancia que contiene cada escena.

La sugerencia y la evocación producen más efecto que lo especifico: cada imagen contiene un impulso que tiende a completar lo sugerido. Se invita a imaginar, a leer entre líneas con estas alegorías, se transforman en información evidente y las metáforas dejan paso a la realidad y el lenguaje figurado abre el camino a la expresión directa.

Pero de todo esto hay que hablar despacio, poco a poco. 
Lo haremos en próximas entregas, (si apetece leerlo, claro).

2 comentarios:

  1. Ánimo, Juan. Digna causa la tuya.
    Un abrazo.

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  2. Estupendo estudio, merecido que se destaque el trabajo artístico de Campillo, al que demasiado le han institucionalizado en bicicleta los cajeros.

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