Sabemos
que el teatro necesita del escenario: es su lugar, pero no florece sino en la
mente del espectador.
El teatro
es social, en la relación entre texto, escena y espectador, un pálpito orgánico
donde la respiración se comparte. Y se
le considera una piedra fundacional en la formación humana: los personajes se
exponen, en un relieve enfrentado, a la vez que cercano y cómplice, a quien lo
ve. Porque, por sí solo, el teatro es capaz de sumar energía y
masa crítica a las luchas cotidianas, a las que, nosotros la gente, le dedicamos mucho tiempo.
Noche
del viernes 13 de febrero, en el Museo de Bellas Artes de Murcia (MUBAM), un encuentro
teatral: “Menudencias", de la autora Diana de Paco. Varias piezas destinadas a recoger
los latidos de lo que sucede en la gente, representadas por “Canna brevis”.
El reconocimiento de situaciones de la experiencia vivenciada, lo vemos en la obra, acompañados por la música sugerente,
desde la sonrisa a la carcajada, atravesando por la chanza y la mueca patética,
que se van perfilando ante los ojos del espectador las historias menudas.
Son
personajes escondidos entre los pliegues de eso que llamamos ‘sociedad’.
Y lo
que hacen Diana de Paco y los actores/actrices, es poner luz, para que se vea,
para que se sepa. Es parte de lo que el teatro puede hacer: además de entretenimiento también tiene una
dimensión reflexiva, estimulante. Es un mérito de la escritura dramática,
que facilita que lleguen las ideas cabalgando sobre las palabras.
Así,
esos personajes que ocupan la escena cobran vida. Y permanecen los ecos de sus
frases. El triunfo está en las historias que protagonizan, contando verdades
envueltas en hermosas y entretenidas mentiras que los personajes siguen
tejiendo. Construyen finalmente el teatro que la directora fortifica: traspasar
todo lo que se muestra para que nos concentremos en lo esencial. El espacio
dramático es así un laboratorio, una ficción en permanente demolición y reconstrucción.
Buena
costumbre la de ir al teatro, sentarnos a oscuras y ver una historia. La
función rezuma luz. La fuerza de la palabra es el eje de los cuadros escénicos.
Hay una mirada honda, penetrante, entre la dulzura y el desvalimiento de los
personajes.
(Sólo
una objeción menor: las palabras altísonas no deben encubrir las ideas, a
veces, la carcajada impermeabiliza).
“Menudencias”
recorre un amplio arco: con un principio de denuncia sobre la incomunicación, y
continúa, sin ocultar la angustia de los dramas personales de la vida
cotidiana, esa vida que transcurre, pero no felizmente, en la monotonía que estalla
de repente.
En
“Menudencias” se ha probado ideas hasta dar con lo que se quería transmitir. Y
se consigue, pues señal de ello es que se produce la risa y la carcajada sincera, la emoción breve.
Aquí
los personajes aparecen en el escenario se acercan a un atril y, en una
aprendida lectura, nos conducen por episodios entrañables, divertidos,
curiosos, tristes. No parar el tiempo ni ir hacia atrás. Aunque el ser humano desear
volver a ese momento mejor que sólo existe en la memoria.
Todo
ello envuelto en un toque de música, hay que desdramatizar con música,
conducida por la pianista Mónica Iniesta.
Sabemos
que no se puede cambiar lo que ya ha ocurrido. Y la escena recogió los sucesos
entrañables del texto y la implicación de los protagonistas.
Más
allá de las señales evidentes, la obra bucea en las pequeñas y cambiantes
sensaciones: el modelo social se rompe con tanta naturalidad que incluso
provoca la risa franca de quien se reconoce en ellas: marcar y colgar, esperar.
Cada momento engarzado a los cambios de luz, de música, de ritmo. Todo encaja y
por momentos, olvidas los nombres de los comediantes: Todo está hecho con la
más absoluta sinceridad, pues los espectáculos nacen de esa confianza en algo
que uno ama hacer.
Gracias
a los-las artistas, (que no os nombre no significa que no me importen vuestros nombres y quienes sois), a Diana y Mónica.
Porque
han sido días memorables los de cada ensayo, y porque nos lo pasamos muy bien
el día del estreno.
Estar y sentirse bien lo merece todo.
Muchas gracias, Juan. Un abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan.
ResponderEliminarUna crónica excelente, vivida y sentida desde dentro, que es un hermoso testimonio de cómo hemos pasado en apenas tres meses de ser un puñado de individuos convocados por las Menudencias de Diana, a constituir un grupo aglutinado por el sagrado vínculo de la amistad y el compañerismo. La literatura es magia, y los que tenemos la suerte de sentirla, unos afortunados. Algunos, además, son capaces de transmitirla y de hacer el mundo un poco mejor Gracias infinitas, Paco... Que diga, Juan ;)
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