jueves, 7 de enero de 2010

EL 6 DE ENERO ES NOCHEBUENA… y el 7, NAVIDAD…


Z_RIZDEVOM JRISTOVIM (Feliz Navidad, en ucraniano)

Y entre el 6 y el 19 de enero, cada vez que se encuentran, se saludarán diciendo:

Jristos rodivisia (“Cristo ha nacido”), (todo esto dicho en una por mí improvisada y arbitraria transliteración pretendidamente fonética)

Sabemos que el cristianismo ortodoxo está establecido en Grecia, la Europa oriental, Rusia, Ucrania y otros países eslavos. Sus practicantes saben que cada 6 de enero es Nochebuena, trece días más tarde que por aquí.

Mis vecinos de la casa de al lado son de Ucrania. Llevan ya varios años en Murcia, trabajando en lo que pueden, para tratar de iniciar una vida más prometedora (son jóvenes) con la energía que da disponer de más dinero que allá, ahorrando aquí y volver a su Kiev natal.

Viven en un breve apartamento de alquiler. Pero, aún así, les da para reunir a los pocos familiares ucranianos, también residentes en Murcia, que comparten necesidad, ilusión y algún proyecto de mejora sustancial de vida, en esta Noche que, al igual que para los de Europa y en el occidente geográfico del planeta lo fue el 24 de diciembre, es tiempo de reunión solemne y familiar, en torno a la comida y bebida mesuradas, a la vez que llenas de significado.

Desde hace varios años, suelen invitarme, en esta Noche, a su mesa y conversación, con lo que me siento muy honrado de tal consideración y acogida. Y es por lo que, en esta ocasión, doy aquí cuenta de este acontecimiento, que ellos mismos me van describiendo, pues hablan un castellano bastante fluido.

Llamo a su puerta. Me abren y, tras los saludos y presentaciones procedentes, pasamos a acercarnos a la mesa, dispuesta con los manjares especiales para la ocasión.

Antes de sentarnos, Svetlana, la anfitriona, toma un vaso de vino y un trozo de pan que coloca tras unos libros: son para los antepasados y para aquellos que ya no están entre los vivos. Esta acción es seguida por todos los asistentes en un profundo silencio, que continúa cuando la misma señora se santigua tres veces al modo ortodoxo y, en ucraniano, reza el Padrenuestro y, a su término, pronuncia unas breves palabras que recogen el sentido de la reunión en esta noche. Tras ello, se acerca a la mesa y sirve vino blanco ucraniano en las copas. Iván, su marido, levanta la copa y pide a todos que brindemos por los familiares ucranianos. Tras este brindis, nos sentamos.

Cerca de la mesa hay tres panes y un recipiente con sal, que descansan sobre paja limpia e intocada, acompañada todo de la vela encendida: el pan y la sal que compartir, la casa y la vida.

Es el momento de ir participando de los alimentos dispuestos ya en la mesa. El plato central tradicional y obligado en Navidad es la Kutyá, y sus ingredientes son trigo preparado, nueces, semillas de amapola, miel, azúcar y agua. De su simbolismo podemos extraer que es como una plegaria para que durante un año no falte ninguno de sus componentes. Se come compartido: todos tomamos con nuestra cuchara del cuenco que lo contiene. Hasta la Navidad próxima no se volverá tomar. (Aunque también es costumbre que la dueña de la casa haga mucha cantidad, para que sobre y que cada comensal, al abandonar la casa, se lleve un pequeño recipiente y lo siga degustando al día siguiente en su casa).

Además del imprescindible kutyá, en la mesa hay 12 variedades de alimentos preparados por quien nos da acogida: uno por cada apóstol de Cristo. Hay pescado cocinado o salado, empanadas vegetales, ensaladas y verduras. No hay carne, porque es noche de comida sencilla y ligera. Así me lo dicen.

Durante la cena hablamos de cuestiones diversas, desde el intenso frío en Ucrania y lo templado de Murcia hasta de las costumbres tan distintas en uno y otro país. Y de las diferencias entre la celebración ucraniana y la española.También sale a la conversación la formación académica de cada cual. Así, Svetlana es economista de grado medio universitario pero aquí es empleada de servicio doméstico. Su marido (hombre habilidoso en instalación y mantenimiento de aire acondicionado, instalaciones eléctricas y otras actividades concomitantes) tiene los estudios equivalentes a lo que pudiera ser un tercer ciclo de Electricidad en la Formación Profesional de España. Bogdan, el hermano de Iván, es ingeniero técnico en tecnologías medioambientales y alternativas. Petre es mecánico titulado y en España conduce un camión. Las otras dos mujeres se llaman Olga ambas. Una, la madre de Iván, tiene estudios equivalentes al bachillerato español; aquí trabaja en una fábrica de conservas. Y la otra es diplomada en Arte, pero en Murcia trabaja de cuidadora interna en casa de unos eclesiásticos católicos.

También hablamos de política, ¡cómo no! Pero esto mejor dejarlo sin contar; no por nada, sino porque, al sacarlo de contexto, pudiera ser inadecuadamente entendido o no muy ajustadamente interpretado; teniendo en cuenta la diferente historia de cada territorio. Pero, eso sí, puedo decir que resultó bastante animada, ya que son conocedores de ambos sistemas políticos. Y de los efectos de la tan consabida crisis.

Después se habló de cuestiones más ligeras, con relato de anécdotas ocurridas en sus lugares de trabajo, o cuando les confunden con gente de otras nacionalidades. Porque como, además de ucraniano, tuvieron que aprender ruso, cuando hablan con otras personas del Este europeo se les adjudica la misma procedencia o patria. Todo ha resultado muy animado, incluso divertido.

La noche avanza y no puede hacerse larga. Todos hemos de madrugar al día siguiente, aunque para ellos sea Navidad. Han evocado su tierra en la que se reconocen, también a quienes echan de menos, destapando el pequeño baúl emotivo que contiene todo ello. En sus miradas y en sus palabras late la ambición por mejorar y regresar, los buenos propósitos, aunque manifiesten que en Murcia se encuentran bien. Se abrió la noche con la conversación llena de confianza amistosa, de convivencia en las diferencias, de confluencia en humanidad. Para mí ha sido un privilegio.

1 comentario:

  1. Es un privilegio, Juan, una suerte encontrar personas que puedan traerte su tierra en sus palabras. Al leerlo me he acordado de una novela de Rafik Schami, en la que se cuenta la convivencia en un pueblo de Siria de musulmanes con católicos y ortodoxos, y cómo los musulmanes asisten atónitos y divertidos a dos Navidades consecutivas. Salud y felicidad para todos.

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