Se ha presentado el recién publicado libro del profesor universitario Emilio Martínez Navarro, “Ética profesional de los Profesores”. Ha sido en el Hemiciclo de la Facultad de Letras, de la Universidad de Murcia, El lunes 25 de octubre de 2010.
El autor ha hablado de su libro, como corresponde. Pero ello lo trataré desde mi punto de vista y opinión. Y ha lanzado la cuestión a quienes participábamos en la exposición de lo que nos había supuesto la lectura del libro, que nos pronunciáramos sobre si el presente volumen tenía interés y utilidad para el profesorado de los distintos niveles de la enseñanza, desde los 3 a los 30 años (Infantil, Primaria, Secundaria, Régimen Especial y E. Universitaria). Y ha lanzado un llamamiento –que está contenido en el texto- de pasar del individualismo docente a la función de equipo, como propiciador de mejor ambiente en el acto de enseñar/educar y, también, como previsión para evitar la “quemadura” del profesor.
La presidencia del acto la ha desempeñado el Rector de la Universidad de Murcia, D. José Antonio Cobacho Gómez, quien, entre otros aspectos, ha hecho un elogio de la docencia, basándose en el libro de Emilio, así como de los incentivos y lances que se originan de la obtención, para el proyecto “Campus Mare Nostrum”, elegido Campus de Excelencia (Universidad de Murcia y Universidad Politécnica de Cartagena): esto empieza ahora.
Comentaron la obra de Emilio Martínez, por una parte, la profesora de Filosofía, en E. Secundaria, Begoña Domené quien, entre otras muchas propiedades del libro presentado, ha destacado el estilo, sabor y modo de quienes se sienten reflejados en el gusto del contacto docente con el alumnado, de haber reconocido virtudes e imperfecciones en los profesores y en los Claustros, y la necesidad de ahondar en el sentido y práctica de la profesión docente, valorando positivamente la utilidad del libro en la Educación Secundaria.
Otra intervención ha sido la del profesor universitario Norberto Smilg, que ha calificado el libro de referencia como “utópico” –de sana utopía- pues está apuntando hacia cuál es el mejor perfil de la figura del profesor, en la práctica y desarrollo de los valores contenidos en la enseñanza/educación. También ha calificado el libro de “reflexivo”, de Filosofía, de Ética aplicada. Y ha hecho un llamamiento a no separar el binomio docencia-investigación en la educación universitaria.
La tercera intervención ha correspondido a quien esto os escribe.
Por eso seré bastante más extenso; (me leéis, si no os cansa, o hasta donde queráis. O cerráis esta entrada en el blog). Hablaré del libro del profesor de la Facultad de Filosofía, Emilio Martínez Navarro.
Colmienza el libro con las preguntas, entre otras, de si es de alguna utilidad profesional un libro de ética y, a su vez, si se puede enseñar Ética. De aquí ya hay una primera constatación: si hay preguntas sobre la razón y la finalidad de algo es porque hay Filosofía.
Y si hay una alejada distancia de lo que puede ser “moralina” es porque se está hablando de necesaria fortaleza moral para el profesorado, que puede estar necesitado de encontrar estímulos y reconocimiento de la función docente.
Emilio Martínez ha situado el sentido del trabajo docente en sus justos y adecuados términos, incluyendo el señalamiento de vicios y corruptelas que, como lastre en los barcos, se han fijado a los cascos de la nave educativa.
El modelo de maestro/a, de profesor/a ha cambiado sustancialmente en los últimos años, y se muestra el pluralismo moral e ideológico de los profesores. Las zozobras derivadas de los cambios, -que recoge y describe Emilio Martínez-, confiere sentido y justificación a aquellos docentes que, aunque en su fuero interno sienten y saben de la entidad de lo que hacen, no se atreven a mostrarla entre sus iguales y diluyen su dedicación, por la tensión que se desprende del relativismo extremo del ‘todo vale igual’. El profesor Martínez Navarro apunta que “…no todas las propuestas éticas valen lo mismo, ni puede pretenderse que sólo una de ellas expresa la verdad definitiva sobre este tipo de cuestiones”.
¿Cómo es un buen profesor, en el contexto de las sociedades contemporáneas: abiertas, pluralistas, complejas, en cierta medida conflictivas, aspirantes a la democracia, a los derechos humanos y a la justicia social? Responde así: “Un buen profesor ha de ser, sin duda alguna, un experto en su materia y en la técnica didáctica relacionada con su especialidad, pero al mismo tiempo ha de ser, también, alguien que comprende que los aspectos éticos de la labor docente forman parte de la entraña misma de su trabajo cotidiano”, (pág. 14).
Es decir, estamos hablando de un profesional técnicamente capaz y éticamente exigente. Personas que conocen los avances de su profesión y viven con entusiasmo su trabajo: para quienes es determinante la actitud docente. El autor cree y considera que los límites y las dificultades para alcanzar la excelencia profesional docente se pueden superar.
¿QUÉ LIBRO ES ÉSTE?
Cuando se dicen y se le ponen adjetivos a alguien o a algo, además de describirlo, se está opinando sobre ello. Y así lo hago.
No es éste un libro de autoayuda (con perdón de los psicólogos), porque es de Filosofía, intensamente reflexivo, sin ofrecer ‘recetas’.
Está escrito con claridad y se lee con agilidad, incluyendo lo que remueve: puede resultar un libro incómodo para determinadas prácticas y actitudes que se han anclado y establecido en lo de “siempre se ha hecho así”, o planteamiento similar.
Es un libro poliédrico:
• tiene un importante plano de fundamentación teórica filosófica.
• Hay, también, un recorrido por la práctica docente y sugerencias didácticas. (Al final de cada uno de los diez capítulos, hay un cuestionario sobre los conceptos desarrollados, una invitación a explorar y comentar textos y películas, y dilemas para el dbate y la reflexión).
• Sus otros planos o caras están referidos a la clara exposición de los entresijos de la profesión docente, sus implicaciones.
• Recoge compromisos intelectuales y profesionales del autor y que son considerados que pueden estar en los Maestros y Profesores.
• Su estructura en diez capítulos, después de atravesar la información general sobre Ética, se puede analizar cada capítulo independientemente.
• No hay concesiones “de cara a la galería” para ‘quedar bien’.
La consideración de la necesaria madurez ética en el docente va más allá de la ineludible ética cívica y sus comunes características para todos, (respeto activo, libertad y conocimiento, igualdad, solidaridad, diálogo y renuncia a la violencia), en un contexto de diversidad cultural y pluralismo ético. Es imprescindible que también esté presente la cosmovisión personal de quien educa/enseña: no se debe de diluir la personalidad e individualidad de cada docente.
Son fundamentales premisas para afrontar la ética aplicada como resultado de un reflexión interdisciplinar, donde tenga especial cabida y atención el binomio vocación-profesión, animando a que el docente piense por sí mismo (el sapere aude! que nos legó Kant y la Ilustración) con racionalidad y responsabilidad.
El profesor Martínez Navarro, frente a una ética profesional burocratizada, se decanta por una ética profesional de excelencia, en la “que la profesión es considerada como expresión gozosa de la propia identidad, como parte de un proyecto personal de vida plena”, (pág. 133).
¿Se puede alzar el ánimo, la moral del profesor en tiempos de crisis?
Es cuando con más ahínco hay que intentarlo. Comenzando por situarnos ante un libro sólido y que promueve sólidas acciones éticas.
Llegar a que sea una práctica generalizada será lento, porque es difícil pensar en tiempos como estos, además de que los humanos suelen aplazar aun lo que tienen claro.
Esto llevara a Emilio Martínez a continuar y seguir caminando los itinerarios de la Ética, para ofrecerlos a quienes quieran explorarlos en diálogo con él.
Propongo saludar, con admiración aristotélica, al trabajo y al libro que hemos comentado। Y que se lea. En la esperanza de su oportunidad, servicio y beneficio.
El autor ha hablado de su libro, como corresponde. Pero ello lo trataré desde mi punto de vista y opinión. Y ha lanzado la cuestión a quienes participábamos en la exposición de lo que nos había supuesto la lectura del libro, que nos pronunciáramos sobre si el presente volumen tenía interés y utilidad para el profesorado de los distintos niveles de la enseñanza, desde los 3 a los 30 años (Infantil, Primaria, Secundaria, Régimen Especial y E. Universitaria). Y ha lanzado un llamamiento –que está contenido en el texto- de pasar del individualismo docente a la función de equipo, como propiciador de mejor ambiente en el acto de enseñar/educar y, también, como previsión para evitar la “quemadura” del profesor.
La presidencia del acto la ha desempeñado el Rector de la Universidad de Murcia, D. José Antonio Cobacho Gómez, quien, entre otros aspectos, ha hecho un elogio de la docencia, basándose en el libro de Emilio, así como de los incentivos y lances que se originan de la obtención, para el proyecto “Campus Mare Nostrum”, elegido Campus de Excelencia (Universidad de Murcia y Universidad Politécnica de Cartagena): esto empieza ahora.
Comentaron la obra de Emilio Martínez, por una parte, la profesora de Filosofía, en E. Secundaria, Begoña Domené quien, entre otras muchas propiedades del libro presentado, ha destacado el estilo, sabor y modo de quienes se sienten reflejados en el gusto del contacto docente con el alumnado, de haber reconocido virtudes e imperfecciones en los profesores y en los Claustros, y la necesidad de ahondar en el sentido y práctica de la profesión docente, valorando positivamente la utilidad del libro en la Educación Secundaria.
Otra intervención ha sido la del profesor universitario Norberto Smilg, que ha calificado el libro de referencia como “utópico” –de sana utopía- pues está apuntando hacia cuál es el mejor perfil de la figura del profesor, en la práctica y desarrollo de los valores contenidos en la enseñanza/educación. También ha calificado el libro de “reflexivo”, de Filosofía, de Ética aplicada. Y ha hecho un llamamiento a no separar el binomio docencia-investigación en la educación universitaria.
La tercera intervención ha correspondido a quien esto os escribe.
Por eso seré bastante más extenso; (me leéis, si no os cansa, o hasta donde queráis. O cerráis esta entrada en el blog). Hablaré del libro del profesor de la Facultad de Filosofía, Emilio Martínez Navarro.
Colmienza el libro con las preguntas, entre otras, de si es de alguna utilidad profesional un libro de ética y, a su vez, si se puede enseñar Ética. De aquí ya hay una primera constatación: si hay preguntas sobre la razón y la finalidad de algo es porque hay Filosofía.
Y si hay una alejada distancia de lo que puede ser “moralina” es porque se está hablando de necesaria fortaleza moral para el profesorado, que puede estar necesitado de encontrar estímulos y reconocimiento de la función docente.
Emilio Martínez ha situado el sentido del trabajo docente en sus justos y adecuados términos, incluyendo el señalamiento de vicios y corruptelas que, como lastre en los barcos, se han fijado a los cascos de la nave educativa.
El modelo de maestro/a, de profesor/a ha cambiado sustancialmente en los últimos años, y se muestra el pluralismo moral e ideológico de los profesores. Las zozobras derivadas de los cambios, -que recoge y describe Emilio Martínez-, confiere sentido y justificación a aquellos docentes que, aunque en su fuero interno sienten y saben de la entidad de lo que hacen, no se atreven a mostrarla entre sus iguales y diluyen su dedicación, por la tensión que se desprende del relativismo extremo del ‘todo vale igual’. El profesor Martínez Navarro apunta que “…no todas las propuestas éticas valen lo mismo, ni puede pretenderse que sólo una de ellas expresa la verdad definitiva sobre este tipo de cuestiones”.
¿Cómo es un buen profesor, en el contexto de las sociedades contemporáneas: abiertas, pluralistas, complejas, en cierta medida conflictivas, aspirantes a la democracia, a los derechos humanos y a la justicia social? Responde así: “Un buen profesor ha de ser, sin duda alguna, un experto en su materia y en la técnica didáctica relacionada con su especialidad, pero al mismo tiempo ha de ser, también, alguien que comprende que los aspectos éticos de la labor docente forman parte de la entraña misma de su trabajo cotidiano”, (pág. 14).
Es decir, estamos hablando de un profesional técnicamente capaz y éticamente exigente. Personas que conocen los avances de su profesión y viven con entusiasmo su trabajo: para quienes es determinante la actitud docente. El autor cree y considera que los límites y las dificultades para alcanzar la excelencia profesional docente se pueden superar.
¿QUÉ LIBRO ES ÉSTE?
Cuando se dicen y se le ponen adjetivos a alguien o a algo, además de describirlo, se está opinando sobre ello. Y así lo hago.
No es éste un libro de autoayuda (con perdón de los psicólogos), porque es de Filosofía, intensamente reflexivo, sin ofrecer ‘recetas’.
Está escrito con claridad y se lee con agilidad, incluyendo lo que remueve: puede resultar un libro incómodo para determinadas prácticas y actitudes que se han anclado y establecido en lo de “siempre se ha hecho así”, o planteamiento similar.
Es un libro poliédrico:
• tiene un importante plano de fundamentación teórica filosófica.
• Hay, también, un recorrido por la práctica docente y sugerencias didácticas. (Al final de cada uno de los diez capítulos, hay un cuestionario sobre los conceptos desarrollados, una invitación a explorar y comentar textos y películas, y dilemas para el dbate y la reflexión).
• Sus otros planos o caras están referidos a la clara exposición de los entresijos de la profesión docente, sus implicaciones.
• Recoge compromisos intelectuales y profesionales del autor y que son considerados que pueden estar en los Maestros y Profesores.
• Su estructura en diez capítulos, después de atravesar la información general sobre Ética, se puede analizar cada capítulo independientemente.
• No hay concesiones “de cara a la galería” para ‘quedar bien’.
La consideración de la necesaria madurez ética en el docente va más allá de la ineludible ética cívica y sus comunes características para todos, (respeto activo, libertad y conocimiento, igualdad, solidaridad, diálogo y renuncia a la violencia), en un contexto de diversidad cultural y pluralismo ético. Es imprescindible que también esté presente la cosmovisión personal de quien educa/enseña: no se debe de diluir la personalidad e individualidad de cada docente.
Son fundamentales premisas para afrontar la ética aplicada como resultado de un reflexión interdisciplinar, donde tenga especial cabida y atención el binomio vocación-profesión, animando a que el docente piense por sí mismo (el sapere aude! que nos legó Kant y la Ilustración) con racionalidad y responsabilidad.
El profesor Martínez Navarro, frente a una ética profesional burocratizada, se decanta por una ética profesional de excelencia, en la “que la profesión es considerada como expresión gozosa de la propia identidad, como parte de un proyecto personal de vida plena”, (pág. 133).
¿Se puede alzar el ánimo, la moral del profesor en tiempos de crisis?
Es cuando con más ahínco hay que intentarlo. Comenzando por situarnos ante un libro sólido y que promueve sólidas acciones éticas.
Llegar a que sea una práctica generalizada será lento, porque es difícil pensar en tiempos como estos, además de que los humanos suelen aplazar aun lo que tienen claro.
Esto llevara a Emilio Martínez a continuar y seguir caminando los itinerarios de la Ética, para ofrecerlos a quienes quieran explorarlos en diálogo con él.
Propongo saludar, con admiración aristotélica, al trabajo y al libro que hemos comentado। Y que se lea. En la esperanza de su oportunidad, servicio y beneficio.
Genial Juan, ¡me has hecho apetecible el libro! Los que no podemos ir a las presentaciones y estas cosas pero sentimos su necesidad, te agradecemos que nos las resumas. Gracias.
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