jueves, 2 de mayo de 2013

NOCHE CON TRADICIÓN FLORIDA EN LAS CALLES DE MURCIA



Hay momentos en los que uno se puede trasladar a un lugar imaginario, incluso a pensar si, hace más de dos siglos, esto que vemos y escuchamos en cada última noche de abril, en Murcia, fue como hoy y si lo percibimos como real, si tiene una existencia que se modifica y revitaliza al paso del tiempo.
Una noche de concesión a la historia popular, a la tradición costumbrista y, por tanto, razonablemente fuera del tiempo. Es entretenida y, personalmente, puede contener algún momento memorable, además de encontrarse con amigos y conocidos y saludarse con desenfado.
Ya es un prodigio que existan y se mantengan tantos grupos y rondallas depositarias de esta tradición del canto popular, convirtiendo en festiva la noche final de abril. Pero ahí están.
Se pudo comprobar que la letra del mismo canto, “mayo”, varía según el grupo que la cante; pequeñas variaciones –algunas, no obstante, curiosas o significativas- que pueden estar motivadas para ajustarlas a una lógica en la comprensión de su significado en quienes las cantan o, en algún caso, –habría que investigarlo para asegurarlo, no sé si merece la pena-, se pueda deber a motivos especulativos como, por señalar un ejemplo, el de suprimir/sustituir el verso “con permiso del señor alcalde”. 

Son arreglos que pueden contener algún que otro pique subyacente, disimulado en la que casi nadie atiende al significado de cada verso. Pero, para mí, el hecho de que no sean claramente manifiestos no rebaja su importancia ni sus efectos.

[Haré referencia a una anécdota, que se pretende ilustrativa, pero que nada tiene que ver con esto de los “mayos”. Ocurrió en un pueblo cercano, en el que representaban “La Pasión de Jesús”. Uno de los actores, -aficionados todos-, que interpretaba a un miembro del Sanedrín, tenía que decir:
- “Por allí viene Judas. Torvo trae el ceño”, (expresión recogida en el libreto, que quería significar que Judas llegaba y accedía seriamente perturbado, ansioso e intranquilo).
Pero el actor, a la segunda frase, le confirió, con su entonación personal, un significado muy distinto, atribuyéndole al verbo “torvo” un significado de nombre de persona:
- “¡¡Torvo, trae el ceño!!, -solicitándole al tal “Torvo” que aportara a la escena un objeto llamado “ceño”.

Hubo que cambiar la expresión por “Mala cara trae”.
Dicho sea esto como pretendido aval a los mencionados cambios y variantes que se producen en los versos de un “mayo”. Pero, en fin, dejémoslo aquí].

 Con la figura central de la Virgen María, -es un canto de origen pagano y popular, que se absorbió por la iglesia católica, para solicitar del cielo decisiva ayuda para las buenas cosechas-, se entona en los más de 50 altares y/o cruces de flores instalados en Murcia capital y pedanías. Estos lugares reciben, en un ritmo pausado pero constante, el tránsito de rondallas y peñas huertanas, que cantan el mismo “mayo”, con resultado de calidad desigual en la interpretación y modulación de las voces, pues depende, en gran parte, de la composición del grupo aficionado.


(Una peña, además del “mayo” habitual, canta “Madre”, pieza de difícil interpretación, a cuatro voces).

Sin aspavientos, entre la música y el canto en su peculiar estética, cada asociación responsable de altar ofrece a quienes quieran, gratuitamente, bizcocho, otros dulces y la mistela, (vino dulce de la tierra). Se genera un ambiente acogedor y alegre. Los concurrentes y espectadores así lo comentan, estrenando el nuevo mes.
Es un buen pretexto para paseo nocturno en las zonas de la Murcia antigua. La noche amable, tras la lluvia de la tarde. Quizá por desconocimiento, y porque no sea “moderno”, la asistencia a esta manifestación popular de cultura tradicional es limitada, según segmentos de edad. Y porque cada uno de esos lugares que se frecuentan en esta noche, se vuelven a releer en un complejo de recuerdos y ensueños, que se suman a la realidad del momento.
La noche avanza, en las dos horas que dura el acontecimiento, que sucede por antiguos senderos y calles que serpentean entre los edificios, de noche, con farolas que iluminan las piedras de monumentos. No deja de ser sorprendente por la forma, sólo atendiendo a los detalles imprescindibles, peculiar efecto de provisionalidad, sin dar pista de su significación y su relevancia. La ciudad de Murcia, -una ciudad tanto en color como en blanco y negro, no es sólo el lugar de la narración: los detalles topográficos tienen su efecto y convierten las imágenes del pasado en algo cercano y claro, aunque con sensación de vínculos que se quiebran.

Hasta el próximo 30 de abril.

1 comentario:

  1. Es una tradición emocionante, sí... Gracias por tu bonito artículo, Juan!

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