domingo, 2 de mayo de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ: ENCUENTRO Y POESÍA EN EL 1º DE MAYO.






Gracias a MªJ, que avisó con tiempo del proyecto de la asociación cultural “Orihuela 2010”, el sábado 1º de mayo (¡qué singular fecha,… tan menguada!) estuve y participé en un itinerario oriolano, con motivo de que el poeta Miguel Hernández cumpliría en este 2010, cien años. La poesía, ya sabemos, es inmarcesible, pero necesita de evocación y de memoria actualizada. Coordinó el acto Katy, escritora, de Totana, y poeta recientemente premiada con el “Jara Carrillo”, que invitaba continuamente a que los presentes leyeran y/o recitaran poemas de Miguel, o bien se dejaran llevar por su lirismo desparramando comentarios, canciones y vivencias por las calles, plazas y lugares hernandianos en Orihuela.

Iniciamos el viaje en tren desde Murcia hasta Orihuela, (no sólo por lo cómodo y económico que resulta), por el significado que la estación oriolana tiene en la corta vida de M. Hernández. “Detened ese tren agonizante / que nunca acaba de cruzar la noche”.
Como apenas había signos externos de cuál era el propósito de los viajeros, la primera sorpresa conmovedora fue la de que, en el amplio hall de la estación, había ya mucha gente… esperándonos a los anónimos viajeros que desembarcábamos y que ni siquiera éramos sabedores conscientes de lo que una mínima chispa había encendido.
Escritores y escritoras, poetas, músicos,… a quienes vamos saludando: José Luis Martínez Valero, J. R. Barat, Ginés Aniorte, el periodista P. Peñalver,… (perdonadme que no escriba toda la lista, pero allí estaban, hombres y mujeres con oficio y reconocimiento en las letras), así como el entrañable grupo de mujeres que forman parte de un taller literario y que, en cada detenido compás, exponían sus palabras elaboradas para hoy।
Estando aún en el agrupamiento en la terminal ferroviaria, saludando a quienes vienen de Extremadura, del País Vasco, de Andalucía, de Madrid, de… todas partes, -entre las que destacan Murcia y sus pueblos-, más de doscientos humanos reunidos. Alegría en el reencuentro y complicidad electrizante cuando nos presentan y nos presentamos. Tiene algo de mágico, como encontrarse emergiendo de alguna percepción subterránea.
En medio del bullicio y algarabía del encuentro y de la fiesta, alguien comienza a leer a Miguel Hernández, a la vez que pide que el libro vaya circulando, de mano en mano y de boca en boca. Es la segunda conmoción de la jornada: nadie ha pedido silencio, pero más de cien bocas callan y sólo una, a cada estrofa, recita. Silencio expectante y respetuoso: la palabra poética se ha impuesto por encima de las otras palabras humanas. Hasta los ajenos al acto enmudecen. “Silencio. Silencio. / la creación y el cielo… ¡Que hable!”
Tras este inicio de la memoria hernandiana, salimos a la calle. Lo que observamos nos hace rememorar momentos lejanos ya –y lo comentamos- con cierto estremecimiento sin concesión a la nostalgia: un despliegue policial nos aguarda. Pero ahora está ahí para facilitarnos el desplazamiento por las vías oriolanas; los agentes de las policías local y nacional, bien visibles en número, en vehículos destellantes, con uniformes llamativos y silbatos, proveen y allanan que no haya impedimentos a la marcha. Los tiempos han cambiado, afortunadamente. Y la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro, destinada las personas en el coraje pacífico de agitar las conciencias y la humana sensibilidad, en un marco lúdico, donde las “armas” son libros y folios.
Asisten algunos/as políticos en ejercicio (lo digo porque los conozco, no porque ellos se identifiquen como tales, porque no hay banderas ni distintivo alguno. Sólo una mujer lleva una camiseta en la que se lee:”soy marxista”, sin más símbolos ni dibujo). Pero la inmensa mayoría somos anónimos caminantes en busca de una emoción poética y por el impulso hacia el placer del encuentro en este día.
Vamos caminando y, cuando llegamos al final del Paseo de los Andenes, dos paseantes parejas de jubilados se nos acercan y preguntan que si esta es la manifestación del “1º de Mayo”,… porque no llevamos pancarta alguna,… Al final del cortejo va un equipo de megafonía que emite los poemas de Miguel Hernández cantados por J. M. Serrat.
Nueva detención poética en la glorieta dedicada a otro escritor oriolano, Gabriel Miró. Lecturas e intervenciones, enfrente de la “Palmera”.
Reanudamos la marcha, que nos facilitan y protegen los cuerpos policiales. Hasta la casa del nacimiento de Miguel, donde vuelven a leerse poemas, a decirse impresiones. Luz, calor e historia. Aumenta la emotividad.
Llegamos a la Casa-Museo. El calor ha aumentado sensiblemente y el sol cae a plomo. En el inmediato inicio de la montaña, un oriolano explica los rincones de la creatividad hernandiana, junto a la casa. (MªJ quiere enterarse de todo, para participarlo a sus amigos de allende los mares).
Lectura ante la higuera. “¡Oh meca! De lujurias y avisperos / quid de las hinchazones. / ¡Oh desembocadura! De los eros; / higuera de pasiones,…”
Todo paradigma de calor se acrecienta.
“…aves cantan la lección / de armonía, que el egregio / profesor Sol les señala / desde su sillón cobalto…”
Un grupo decidimos pasear por la villa. Y hacemos una nueva lectura en la escalinata de la Universidad. Frente al olivo.
Volvemos, buscando el Casino Oriolano, donde hemos quedado a comer. Las mesas están dispuestas para que, en cada una, haya diez comensales. Esto tiene sus inconvenientes. “¿Dónde nos sentamos?” Entre acomodaciones y alternativas, nos acomodamos. Y como dijo MªJ, “nos hemos puesto en la mesa de los ‘novios’”, junto a escritores y profesores.
Estando en la sobremesa, el cielo con densas nubes se ha agitado, derramando una tormenta de agua y granizo.
Tras los últimos comentarios y el momento del agradecimiento por las presencias, finaliza el encuentro.
Volvemos a la estación, para regresar a Murcia.
Si hemos asistido bastante más de doscientas personas quiero decir que habrá más de doscientas vivencias y relatos de lo que ha pasado hoy en Orihuela. Esta de aquí es sólo mi alusión individual y subjetiva. Lo he disfrutado.

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