Pero creo que las razones de una y otra son diferentes, tras leer el poema completo y, asimismo, tras contemplar a esta mujer que insiste en ser útil a sí misma y a los demás, pese a la evidente dificultad de dominar un cuerpo que fue joven y enérgico en su día, sin solicitar ayuda .
Esta mujer a quien los años, los trabajos, la obesidad abdominal acumulada tanto por los partos que tuvo, -seguramente en casa, sin la atención de la maternidades modernas-, como por la alimentación irregular y de lo que hubiera, en su esfuerzo está resuelta a mantenerse útil.
Es una alegoría a la certeza de que estados similares nos pasarán a muchos, por no decir a todos. Y, a su vez, el esfuerzo palmario en el intento de llegar para trajinarse los pies, para subirse las medias, o quizá alcanzar el suelo donde está la invisible jofaina de lavado, pese al evidente impedimento que el cuerpo deformado. Lo decide y se esfuerza, porque hay que hacerlo; no hay lugar para la pusilanimidad y el desistimiento, frente a otros que se deprimen sin razón aparente, aunque la tengan.
Cuerpo cansado, en equilibrio apoyado en las patas delanteras de la silla característica de esta tierra. No hay cansancio en el espíritu, aunque el cuerpo ya no responda como antes. Y eso lo ha captado y reflejado Antonio Campillo.
Jóvenes, sonrientes, con sus redondeces y algunos gramos de más (si comparamos con el canon de ‘belleza armónica’ -?- que imponen las pasarelas y las televisiones), que, con fortaleza y equilibrio se elevan sobre sus pies y miren al frente con una sonrisa. Serán mujeres trabajadoras y exitosas, hagan lo que hagan.
Hay decisión en la expresión del momento de su gallardía. Y nunca considerarán que otros les han sustraído el lugar, porque van a esforzarse por lo que sus ojos ven en el horizonte de sus ilusiones.
Su peripecia, que comienza como un juego, una insinuación, refleja vida y emociones. Hasta les podríamos preguntar al pasar por delante, con su decisión emprendida. Y hasta me pregunto por qué libro podrían estar leyendo. Pasa el tiempo y las personas; pero, antes de que pase, ellas han decidido emprender las acciones de arrostrar con firmeza, de puntillas bien sujetas al suelo, con la sonrisa reflejada ante las adversidades y la dureza del trabajo que aguarda, con vocación de ‘comerse el mundo’. No hay desánimo y sí la fuerza para no llorar ante la adversidad, que aparecerá. Son jóvenes emprendedoras, tal como las ha expresado Antonio Campillo.
Y ahí ha de estar nuestro reconocimiento a su trabajo, a su decisión de futuro, al que miran con ojos grandes, con adivinación que expresa la convicción de que vamos a vivir. Y nos inducen a pensar que se puede, quizá en medio de tanta pesadilla actual, que es posible un despertar donde todo será mejor, o por lo menos todo será de otra manera.
Observemos sus manos: una y otra siguen moviéndose con resolución, a pesar de las inquietudes, para que salgamos a la calle, sabiendo que en alguna esquina un aire de frente nos espera.
Quedan más esculturas en el pequeño parque. Pero esas, deberán ser contempladas cuando por ahí os acerquéis y paséis.
Bonico reportaje al artista, mejor comentario.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Besicos.