sábado, 7 de marzo de 2015

Aniversario de la ausencia de mi madre



A mi madre, tras un año sin ella.

¿Cómo es el tiempo de la ausencia definitiva?

Me pregunto si eso de lo eterno se mide con el reloj y el calendario, si está sujeto a lo temporal, o al revés.
O nada de eso. Parece una contradicción lo de ver “lo temporal” como una incesante continuidad en el vivir interior, si sólo conocemos este espacio que habitamos quienes por aquí andamos.

Habitamos ya en distinta dimensión. Me encuentro en el lado de quienes cuentan el paso de las horas y de los años. Y lo señalo: hoy hace un año que te fuiste, madre.

Lo que no se puede negar es tu vivir real en el recuerdo, cuando ya no basta la experiencia, cuando al contemplar le sobra contenido intelectual.
La realidad es que saliste de tu casa, sin regreso. Y te has hecho otra vida, a la que quiero seguir conociendo. Pienso en ti y en que me lo harás saber.

Llegó la temida hora postrera. Hoy hace un año que no nos tenemos como antes.
Deseo y espero que estés en donde querías llegar, según tu convencida creencia, en ese mundo mejor, donde todo se equilibra y la justicia habita. Referencia apasionada a lo natural, al enigma, a lo invisible… Pretende ser una expresión filosófica en roce con lo religioso.

Se afianza el recuerdo
en la piel, con nobleza.
No hay vacío de vida.
Tu presencia,
se renueva cada día,
en la infinitud del instante eterno.
Memoria y ausencia:
ambas cosas eres tú,

Hoy late tu poder evocador, pues la madre existe y se oye, en su palabra y en su silencio. Se llena el vacío, por encima del aspecto vulnerable que tenías en tus horas finales.

No inquieta la luz,
rostro de lo visible,
Estremece
lo que no se ha aprendido
del oficio de vivir.
La forma de la fatiga vital
es el exilio definitivo,
donde sólo existe el rumor
de los días como siglos.

              Confío en tu paz y en la presencia donde quisiste estar.
Y aquí, entre nosotros, tu memoria.



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