Las sociedades cuentan con su sistema propio de costumbres, que
muestran en cuanto tienen y surge la menor ocasión.
En el ámbito e influencia de la religión católica, cuando
un Obispo llega a la comunidad que ha de regir durante el tiempo que se le
asigne, se procura difundir ampliamente la noticia entre los fieles, para que
lo conozcan y para que, también asistan a algún acto singular/señalado por el
que se hace copartícipe a la sociedad, no sólo a la feligresía, y que los
medios de comunicación se hagan eco y difundan el hecho.
[Cuando en la diócesis de Cartagena-Murcia se nombró al nuevo
obispo, José Manuel Lorca Planes, el recibimiento popular, en 2009, fue
importante en distintos puntos de la región, (sobre todo en
su localidad natal, Espinardo), pero no recuerdo que fuera de esta magnitud del que hoy damos cuenta].
Lo de Orihuela (Alicante), que dista poco más de 20
kilómetros desde Murcia, es, digamos,… distinto. Y,
seguro, más espectacular, aunque, obviamente, esté influido de signos y
perfiles que se den en otros puntos de la geografía.
Me invitaron a presenciarlo. Y allí fui.
La costumbre, en Orihuela, (“Orihuelica del Señor: iglesias y conventos”, por la gran cantidad
que de todo ello hay), es desplegar acciones y actividades cada vez que un
nuevo obispo llega a la ciudad; que, según los cronistas, están profundamente relacionadas con la identidad y talante oriolano, con
su carácter que se pretende único y con el peso de su historia.
Esta costumbre/tradición tiene su raíz en tiempos inmemoriales y
a la que se le ha dotado de una explicación lógica, desde que se originó, hasta
establecerse con el tiempo en un proceso de forma casi irrevocable.
Veamos, pues.
(Me interesó, también, porque, por una parte, el segundo apellido del
nuevo obispo coincide con el primero mío, ya que el monseñor se llama Jesús
Murgui Soriano y, por otra, el apellido del Alcalde de Orihuela es Guillén, como mi segundo).
Por la mañana y mediodía, el nuevo obispo visitó pueblos cercanos y es
preceptivo que, en COX, coma el arroz y costra, típico de la Vega Baja del
río Segura.
Y partiendo desde Cox, con breves
paradas en Callosa de Segura y Redován, llega a la ermita de san Antón, ya en
Orihuela, fue obsequiado con una naranjada y dátiles, (del palmeral oriolano), antes de subir a la mula blanca.
Y, desde allí, desde la Puerta de la Olma, hasta la principal de la entrada a
la ciudad, junto al conjunto monumental y docente de santo Domingo, donde le
esperaba mucha gente venida de la ciudad y de otras partes, –entre diocesanos,
fieles y devotos, y curiosos-, así como las diversas autoridades,
seguida de los caballos montados por mujeres con mantilla y vestido negro, y hombres con chaqué y chistera.
La entrada en la ciudad, primero, el
paseo/desfile por diversas calles y, por último, la toma de posesión en la
Catedral de su tribuna y sillón episcopales fueron momentos emotivos, que ya
forman parte de la historia.
Hasta aquí, todo parece normal y habitual en este tipo de actos, en donde
la Iglesia Católica (con el trato preferente que se recogió en la Constitución
Española de 1978 y en el Concordato)
es agasajada por las autoridades civiles
que, a su vez, organizan y controlan las condiciones para el recibimiento
popular.
Va desde lo tardo-medieval, renacentista, (los hábitos de diversas
órdenes religiosas, los dominicos, por ejemplo), hasta lo barroco del adorno y
engalanado de calles, lo que se ha ido sumando al acto con el paso del tiempo, a
la vez que, con ello, se pretende mostrar una forma de catequesis en la calle.
Así, se le recibe
con un ritual inspirado en el domingo de Ramos –entrada de Jesucristo en
Jerusalén-: subido a lomos de una mula blanca, con palmas (esto es
absolutamente natural y explicable: Orihuela cuenta con un extenso palmeral,
que es una de sus señas de identidad). Y se le añade y mezcla estampas diversas
y nuevas, como del “Caballero cubierto y a caballo”, en el que se muestra que
el paso del tiempo deja su impronta en el desarrollo del rito.
A la llegada a la
puerta, llamada de Crevillente, se dan los toques de rigor; (hay que decir que
los tres golpes dados, con amplificación, hicieron el silencio entre la
muchedumbre presente). Desde ‘dentro’, el Alcalde pregunta:
- “¿Quién va?” ¿Quién llama a la puerta de esta ciudad?”
A lo que, por el Pertiguero
del prelado, se responde con determinación:
- “¡El obispo de Orihuela!”
- “¡Que se abra la puerta y sea bienvenido!”,
se concluye.
Y se dispararon,
mediante fuerte cohetería, las 21 salvas de honor como representante de la
Santa Sede.
Tras la acogida, se
inició el recorrido por calles del centro histórico de Orihuela, donde se había
extendido una larguísima “alfombra”, sembrada por todo el recorrido, de
hierbas aromáticas, donde predominaba el hinojo, el romero, el tomillo y las
hojas de adelfa, traído todo de la cercana sierra oriolana.
Hasta llegar a la
Catedral de “El Salvador”, donde una recia mascletá (“tronaera”, diríamos en
murciano) de fuegos artificiales, y las campanas volteando recibieron al
prelado.
Nuevamente un rito
significativo en la Puerta catedralicia del Loreto por el que el Deán del
Cabildo ofreció el “Lignum Crucis”, del madero de la cruz de Cristo, al nuevo obispo.
Y ahí empezó la
ceremonia de proclamación, a la que no se podía acceder, por estar todo ocupado
mediante invitación previa.
Hay que reflejar
aquí que, aunque sea brevemente, la protesta cívica que, en un punto del
recorrido del desfile, se mostró contra que se empleen fondos públicos en la
Iglesia. Los manifestantes,
muy pocos, no profirieron grito alguno ni expresaron actitud violenta: sólo
exhibieron sus pequeñas pancartas, desde la acera.
Pero a alguien no
les gustó.
Y enviaron allí a
los agentes de dos cuerpos de Policía: la local y la nacional. En todo momento,
los dos o tres componentes de la protesta, en silencio, no opusieron
resistencia alguna y entregaron sus documentos de identidad a los agentes de la
Policía, que les extendió el correspondiente atestado/denuncia; (actitud y
acción que se me hacen muy difíciles de entender y de justificar, al menos desde mi
punto de vista, y de lo que vi y percibí; pues los reclamantes
tienen derecho a manifestarse, pacíficamente, sin ser tapados y desalojados. Y protestaban
contra el empleo de fondos públicos para la Iglesia: tengamos en cuenta que ambas policías, alfombrado
de calles, regulación especial del tráfico, etc., se pagan con fondos públicos,
y que ahora están desplegados para recibir a una autoridad religiosa. Se podrá
estar o no de acuerdo, pero cualquier opinión, pacíficamente manifestada, -como
fue ésta-, ha de ser respetada).
También hay que
señalar que era el día después de las torrenciales lluvias y sus efectos, en
Murcia. Por lo que el río Segura, a su paso por Orihuela, transitando las aguas hasta la desembocadura en Guardamar, se mostraba inusualmente crecido.
No es que se agoten las posibilidades de lo que se puede decir sobre todo esto del recibimiento al obispo de Orihuela, porque queda por
descubrir en las personas, en las calles y en los colores de la capital de la diócesis alicantina sobre costumbres, usos y vivencias colectivas. Y la imaginación
puede informarnos aún de más .
Pero, como hay que concluir, diremos que esto es lo que dio la tarde.
¡Qué original, Juan, no lo sabía! ¡Muchas gracias por contarlo!
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