En la Noche de San Juan, con renovadas fuerzas y más deseo que nunca, no sólo vamos a saludar y recibir al verano –que en sí ya es un buen motivo- sino que, en esta ocasión, hemos de conjurar que sea el tiempo de traspasar la frontera, para dejar atrás los agobios y desesperanzas de las crisis; y acceder a un nuevo dominio en el que se comience el itinerario de una renovada individualidad universal: la elevación del ser humano que somos y que aspiramos a conseguir, en un nuevo marco donde la globalización –o mundialización- esté más allá, ¡ay!, de lo económico.
Gobernantes, sindicatos, partidos, entidades,… y otros colectivos socioeconómicos deben de tener la preocupación de habilitar soluciones para superar las crisis que ha producido una desbocada economía: los dramas del paro laboral y la pobreza evidente a la vista de todos, las dificultades del acceso al empleo y al dinero, a la vivienda y su pago, y a otros bienes de necesario consumo.
De todo esto se habla y se discute mucho, sin claros resultados ni propuestas, salvo la de sufrir las palabras como arrojadizas piedras de afiladas aristas para una enajenada transferencia de culpas y responsabilidades sin acuerdo. Y que acaba anestesiando al ya macerado cuerpo social con tanto golpe sin dirección.
Y, además, asistimos con suma perplejidad de ver a los nuevos pedigüeños (y no me refiero a los que pueblan las puertas de las iglesias o las esquinas de mayor tránsito). Hablamos de los reclamantes de generosas ‘limosnas’ millonarias en euros: bancos, fabricantes y concesionarios de automóviles, empresarios de los más variopintos negocios, ¡hasta los constructores!, que piden -¡exigen!- a las administraciones públicas que derramen lluvias millonarias sobre sus actividades y comercio, se les perdonen deudas y se les baje impuestos. Para todos ellos, que en épocas de bonanza y liberalismo económico dispusieron de bienes y capital, quieren ahora los dineros del contribuyente, para lo que ponen cara de buenos empleadores y salvadores y piden protección (todo lo contrario de lo que significa el liberalismo económico).
Pero este es, digamos, lo más visible y espectacular, sin dejar de ser lamentable y preocupante. Hablo de crisis, en plural. En las depresiones socioeconómicas, los efectos son plurales y no están aislados. Asistimos a la crisis de diferentes manifestaciones de lo que llamamos “cultura”. El libro, el cine, la música, el teatro, el arte,… muestran sus huecos, carencias y caídas. Una sociedad, cuando se deprime, lo hace en todo. Incluida las crisis de valores que, seguramente, ya no se volverán a recuperar, tras el “todo fácil, sin esfuerzo” y el “todo gratis”, que han arrasado con el esfuerzo mental y físico para conseguir algo.
Seguramente no haya crisis para psicólogos (clínicos y sociales), porque a ellos les será confiada -¡ay!- la ‘reeducación’ de padres e hijos.
Por todo esto –y más aún por lo que todos pensamos y vemos- habrá que encender y alimentar, en esta noche mágica de san Juan, las hogueras del fuego purificador, -que no de la inquisición-, al que entregar símbolos y alegorías de los malestares que nos acorralan en esta época.
Indico como metafórico ejemplo lo que ocurre en el pueblo de San Pedro Manrique, provincia de Soria: En la noche de San Juan, se realiza el conocido Paso del Fuego, en el se enciende una hoguera y sobre sus ascuas, los naturales del pueblo se descalzan y con sus pies pisan las brasas incandescentes dispuestas a modo de alfombra, pero de un modo determinado, sin quemarse las plantas de los pies, y la mayoría de las veces con alguien a cuestas.
Que cada cual vea en esta referencia lo que le sugiera, desde la propuesta de pasar por las ardientes dificultades con decisión y determinación, como personas decididas a superar las crisis que singularmente afectan a todos.
Y que al atardecer del 23 de junio arroje a la hoguera los malestares, los pesares, las injusticias y las incomprensiones. Porque no se construye el futuro con los materiales de un pasado caduco ni de un presente apesadumbrado, ya que se han mostrado ineficaces. Hay que querer que todo mejore, por lo que se necesitan personas y materiales de calidad excelente y duradera.
Y traspasada la medianoche, realizar los simples rituales, conjuros y queimadas que ilusionan para mejorar la vida, buscando el trébol de cuatro hojas con velas de colores, y otros ritos ancestrales, que conmuevan a las poderosas energías solares para que actúen positivamente.
No digo más. Por respeto escrupuloso al espacio de cada cual, en la individualidad universal para pensar, decidir y caminar. Con una llamada a lo mágico en el “ROMANCE DEL CONDE ARNALDOS”
Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de san Juan,
yendo a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar
las velas trae de seda
jarcias de oro torzal
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral
marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma
los vientos hace amainar
las aves que van volando
al mástil vienen posar
los peces que andan al fondo
arriba los hace andar.
Allí habló el infante Arnaldos
bien oiréis lo que dirá
"Por tu vida el marinero
dígasme ahora ese cantar"
Respondiole el marinero
tal respuesta le fue a dar
"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va"
Gobernantes, sindicatos, partidos, entidades,… y otros colectivos socioeconómicos deben de tener la preocupación de habilitar soluciones para superar las crisis que ha producido una desbocada economía: los dramas del paro laboral y la pobreza evidente a la vista de todos, las dificultades del acceso al empleo y al dinero, a la vivienda y su pago, y a otros bienes de necesario consumo.
De todo esto se habla y se discute mucho, sin claros resultados ni propuestas, salvo la de sufrir las palabras como arrojadizas piedras de afiladas aristas para una enajenada transferencia de culpas y responsabilidades sin acuerdo. Y que acaba anestesiando al ya macerado cuerpo social con tanto golpe sin dirección.
Y, además, asistimos con suma perplejidad de ver a los nuevos pedigüeños (y no me refiero a los que pueblan las puertas de las iglesias o las esquinas de mayor tránsito). Hablamos de los reclamantes de generosas ‘limosnas’ millonarias en euros: bancos, fabricantes y concesionarios de automóviles, empresarios de los más variopintos negocios, ¡hasta los constructores!, que piden -¡exigen!- a las administraciones públicas que derramen lluvias millonarias sobre sus actividades y comercio, se les perdonen deudas y se les baje impuestos. Para todos ellos, que en épocas de bonanza y liberalismo económico dispusieron de bienes y capital, quieren ahora los dineros del contribuyente, para lo que ponen cara de buenos empleadores y salvadores y piden protección (todo lo contrario de lo que significa el liberalismo económico).
Pero este es, digamos, lo más visible y espectacular, sin dejar de ser lamentable y preocupante. Hablo de crisis, en plural. En las depresiones socioeconómicas, los efectos son plurales y no están aislados. Asistimos a la crisis de diferentes manifestaciones de lo que llamamos “cultura”. El libro, el cine, la música, el teatro, el arte,… muestran sus huecos, carencias y caídas. Una sociedad, cuando se deprime, lo hace en todo. Incluida las crisis de valores que, seguramente, ya no se volverán a recuperar, tras el “todo fácil, sin esfuerzo” y el “todo gratis”, que han arrasado con el esfuerzo mental y físico para conseguir algo.
Seguramente no haya crisis para psicólogos (clínicos y sociales), porque a ellos les será confiada -¡ay!- la ‘reeducación’ de padres e hijos.
Por todo esto –y más aún por lo que todos pensamos y vemos- habrá que encender y alimentar, en esta noche mágica de san Juan, las hogueras del fuego purificador, -que no de la inquisición-, al que entregar símbolos y alegorías de los malestares que nos acorralan en esta época.
Indico como metafórico ejemplo lo que ocurre en el pueblo de San Pedro Manrique, provincia de Soria: En la noche de San Juan, se realiza el conocido Paso del Fuego, en el se enciende una hoguera y sobre sus ascuas, los naturales del pueblo se descalzan y con sus pies pisan las brasas incandescentes dispuestas a modo de alfombra, pero de un modo determinado, sin quemarse las plantas de los pies, y la mayoría de las veces con alguien a cuestas.
Que cada cual vea en esta referencia lo que le sugiera, desde la propuesta de pasar por las ardientes dificultades con decisión y determinación, como personas decididas a superar las crisis que singularmente afectan a todos.
Y que al atardecer del 23 de junio arroje a la hoguera los malestares, los pesares, las injusticias y las incomprensiones. Porque no se construye el futuro con los materiales de un pasado caduco ni de un presente apesadumbrado, ya que se han mostrado ineficaces. Hay que querer que todo mejore, por lo que se necesitan personas y materiales de calidad excelente y duradera.
Y traspasada la medianoche, realizar los simples rituales, conjuros y queimadas que ilusionan para mejorar la vida, buscando el trébol de cuatro hojas con velas de colores, y otros ritos ancestrales, que conmuevan a las poderosas energías solares para que actúen positivamente.
No digo más. Por respeto escrupuloso al espacio de cada cual, en la individualidad universal para pensar, decidir y caminar. Con una llamada a lo mágico en el “ROMANCE DEL CONDE ARNALDOS”
Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de san Juan,
yendo a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar
las velas trae de seda
jarcias de oro torzal
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral
marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma
los vientos hace amainar
las aves que van volando
al mástil vienen posar
los peces que andan al fondo
arriba los hace andar.
Allí habló el infante Arnaldos
bien oiréis lo que dirá
"Por tu vida el marinero
dígasme ahora ese cantar"
Respondiole el marinero
tal respuesta le fue a dar
"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va"
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