domingo, 29 de marzo de 2009
LA EXPOSICIÓN DE PEDRO CANO, CLAUSURADA CON EL CUARTETO SARAVASTI
Entre pinturas emerge la música de cuerda en la tarde del sábado. El Cuarteto Saravasti nos premia con su concierto, para la clausura de la exposición de Pedro Cano, Identidad en Tránsito. El marco es la iglesia desacralizada de san Esteban, de alto techo, al que se elevan las notas musicales y las devuelve impregnadas de óleo y argamasa pictóricos.
Los músicos y el pintor lo habían hablado y preparado antes: hay que mezclar al público entre música y pintura, al igual que las imágenes andantes de los cuadros.
Estamos aquí y escuchamos de pie. Comienza la música con Mozart. Las compases se alternan con enérgicos avances del andante Kv. 464 mozartiano. Pedro Cano está aquí, como actor, testigo y notario de la clausura de su exposición.
Antes del comienzo, ha firmado ejemplares de su libro; ahí lo hemos apreciado con su habitual simpatía y acogimiento con sencillez a quienes le piden una dedicatoria, incluidas dos niñas que le han pedido unas palabras para nombre propio. Pedro, con chaqueta de ante oscura, camisa roja sin corbata, pantalón de pana gris y zapatos claros decorados pictóricamente por el mismo, escribe, saluda, abraza y se va al lado del cuarteto musical.
Suena Beethoven. Andante scherzoso. [http://surscrd-musica.blogspot.com/2007/09/cuarteto-de-cuerda-op-18-no-1-l-v.html] (No es lo mismo, pero por hacernos una idea). Violonchelo y viola marcan los pasos del tránsito, mientras los violines empujan para caminar. Las notas, simultáneamente, cambian y remueven las conciencias ante el cuadro alusivo a Guantánamo, a las rejas, alambradas y la sinrazón de una libertad perdida.
Gabriel Lauret, primer violín, interpreta con límpida y suave energía. (Si tuviera nombre inglés,… Supera al mismísimo Joshua Bell, porque su música es más clara, directa y comunicativa que la del americano). El cuarteto Saravasti es un lujo, al alcance de quienes quieran asirlo.
Llega Schubert. Su andante “La Muerte y la Doncella”. [http://aam.blogcindario.com/2007/11/00795-f-schubert-cuarteto-de-cuerda-n-14-en-re-menor-d-810-la-muerte-y-la-doncella.html]. Los músicos tienen de fondo a dos mujeres en los espacios de cuadros. Uno es el de la señora mayor que regresa, en su pesado andar cargada y descompensada con las bolsas de la compra, al barrio donde habita, lugar de limitación y pobreza. El otro cuadro es el la muchacha que regresa, a algún lugar que pueda ser habitado en la Sarajevo bombardeada. Viste de blanco, zapato cómodo porque el de tacón es incómodo para caminar después de un largo tiempo de vender el cuerpo para conseguir billetes y monedas con los que paliar el hambre propia y el de la familia. Amanece y se muestra el patetismo del regreso.
Desde la última fila, tras la reja del tabernáculo, se observan las espaldas de los asistentes, todos de pie. Y se genera un inevitable paralelismo con la pintura de Pedro Cano: todos miramos a los concertistas, pero los de atrás ven el envés de quienes están delante; también en los cuadros. Después de contemplar las creaciones de Pedro Cano, vemos de otra manera a los demás. Continúa y concluye la música de Schubert, los ciclistas pintados por Pedro caminan a pie y ahora transportan sus bicicletas para sortear los inconvenientes de la ciudad.
Llega la música de Tchaikovski, el andante cantabile. Es apropiada esta despedida para una de las mejores exposiciones de pintura que hemos tenido el privilegio y placer de admirar. Es un dulce canto, suave, lento, emotivo y envolvente, como si abrazara a cada cuadro y a cada persona de los presentes, porque las pinturas que hoy se marchan nos conmueven, invitan a la reflexión, al dolor y al gozo. Aún más: aquí ha estado el artista y creador, Pedro Cano, acreditando con su presencia la fusión entre pintura y música, entre lo estable y lo fugaz.
Todos podemos sentirnos reflejados en nuestro particular éxodo desde lo que somos hacia lo que queremos ser. Y no hace falta vernos los rostros, porque cargamos la experiencia y queda en la espalda, donde llevamos escrita la vida que mostramos a los demás y la que éstos nos muestran.
Ha clausurado el propio pintor su exposición. Y con sus palabras ha presentado la propina musical, como broche y agradecimiento: una acuarela hecha de música. La de Haydn, en el cuarteto de cuerda de, opus 20, nº 5 en Fa menor.
Larga vida y prolífica creación para Pedro Cano. Y que la veamos y disfrutemos.
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Excelente crónica, Juan, de un final memorable, que me perdí por otros afanes menos recomendables. Un poco, al menos, lo he revivido en tu prosa. Muchas gracias.
ResponderEliminarComo siempre, con tus comentarios me haces encontrarme en lugares donde no he podido estar físicamente.Gracias por describirmelos asi. Es una gran suerte tenerte.
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