Ha pasado un año. Valeria nació en los albores del 9 de marzo de 2008. Es el primero en la vida de la niña, recorrido con excelente salud, crecimiento adecuado y proporcionado aprendizaje. También es un año más en la existencia de quienes le estamos cercanos por allegados. Un año denso en muchos aspectos, pero ahora se me ocurre que lo más importante es que haya transcurrido y que ella haya soplado y apagado la vela única en la tarta.
En los astilleros, los barcos se botan con el fin de comprobar muchas cosas, entre ellas su estabilidad, pero se sigue trabajando en ellos durante un año antes de que haga la primera singladura. La vida humana también tiene algo de eso. Cuando se nace, se es un ser bastante desvalido y las decisiones las toman otros a los que avisamos con estímulos, pero la comunicación es muy limitada, salvo con la madre, por la simbiosis desarrollada desde la génesis.
Pero al cumplir un año, hay muchas aparentemente pequeñas pero muy importantes metas conseguidas. Una de ellas es que Valeria toma decisiones, aun cuando, con respecto al mundo adulto, tiene limitaciones. Por ejemplo, Valeria, aún titubeante en el andar y necesitada de asirse, cuando menos, a un dedo de alguien, quiere perseguir y alcanzar a las palomas en el jardín público, aunque sus pies aún no responden a la velocidad que la mente sabe que se necesita para atraparlas, y aunque resbale y caiga, sigue y persiste en su empeño. El mundo está hecho para verlo de pie; y lo que se mueve merece atención, mucho más que lo estático. Y vuelta a empezar: muestra perseverancia para entender y tratar de conseguir.
También Valeria baila. Ha observado e imitado a quienes bailan en la pantalla y en casa, y así mueve todo el cuerpo, alternando ponerse sobre las puntas de los pies y moviendo las caderas. Más que espectáculo, -que lo es entre la familia-, supone una alegría propia el conseguirlo, mostrando su amplia sonrisa de satisfacción. Desde que nació sabemos que posee un oído sensible; ahora ya distingue la música que une dos sensibilidades: avisador sonido y placer de moverse.
Podríamos señalar, como en cada caso de niños y niñas que cumplen un año, más situación, anécdotas y circunstancias. Sabemos que son las pautas directas familiares y las socioambientales, basadas, conscientemente o no, en la intuición de buscar lo placentero y la huída del dolor. Se forja en la costumbre y se instruye en la preferencia de lo que está en la luz común y próxima, que es preponderante y notable, aventajando a lo que, aunque presente, aún es sombra verosímil pero lejana. Es la preparación a la vida con lo que hay. El inicio, tutelado del largo proceso de educarse.
A Valeria le atrae, obvia y lógicamente, lo que repetidamente siente, oye, ve y en lo que se le refuerza. E ignora otros aspectos a los que nos le da la luz dirigida. Lo demás lo resuelve con una mirada esquiva. Pero llena de enérgica alegría y de interés por objetos, dibujos y colores.
Recibe con ancha sonrisa a todo aquel que le diga algo, a nadie extraña. El entorno y quienes se aproximan son de su interés, pero distingue, opta y se pronuncia por lo que le agrada. Con el tiempo y las acciones, se va ejercitando en aceptar, consentir y declinar: la comida, las imágenes y la música de preferencia, lo que quiere o no tener, y a las personas a quienes darle la mano.
Es decir: es una niña normal. Una preciosa morenaza que posee y muestra una abierta sonrisa simpática y con encanto, sensible a los estímulos externos, a los impulsos internos y a los colores y matices que el ambiente le alinea ante sí. Y se va haciendo entender, comunica aunque sus palabras y gestos son aún limitados pero ya son bastante expresivos.
Ha cumplido un año y es centro de claro amor, empezando por el que recibe de su madre y su padre. Y continuando por un largo etcétera amoroso de muchas personas en el que me encuentro complacido. ¿Cuántos podrán vivir la intensidad con que se siente esta nueva singladura familiar?
Para mí, encontrarme con su acogedora sonrisa es sentir el brindis de la vida que invita a caminar en este viaje, siempre impredecible, pero inclinados a que la niña avance en sus propios y nuevos caminos, en los que se desea y se espera que halle continuados momentos y acontecimientos felices y satisfactorios. La vida es el descubrimiento de la energía misma a medida que se ejecuta, y nos asombra de todo.
Deseo y quiero que crezca y viva con conocimiento y amor, que sean más las risas que los llantos, que predomine la alegría sobre la melancolía y, porque lo interesante es su proceso evolutivo, que la esperanza esté siempre presente en la conquista alegre de su futuro. Que comparta y aprenda de las voces cotidianas y de las nuevas que surjan, de los sonidos de la comunicación y de la sensibilidad que han de habitarla cada día, siendo dueña de sus silencios y acciones.
Y como abuelo satisfecho de que Valeria, mi preciosa nieta, esté en el mundo, esto escribo y aquí dejo.
Enhorabuena, abuelo de Valeria. Alguna vez ella valorará esta prosa tuya en su honor. Guárdasela, que la tomará por tesoro personal.
ResponderEliminarSaludos.
Querido Juan, Dios ha querido dejarnos en el mundo este angelito para hacer felices a todos a los que dirige si inocente mirada, con la bendición de su sonrisa.
ResponderEliminarEnhorabuena abuelo, por la nieta que tienes!!
Un abrazo.
ELÍAS
Caray, un año ya!!!!!!!!! Como pasa el tiempo...
ResponderEliminarDisfruta de ella y que ella disfrute de ti!
Que suerte tiene tu nieta!!!! con que haya alguien que hable así de ella, es un placer el poder leer lo que dices.RM
ResponderEliminarYa sabía yo que mi consuegro era un monstruo de la literatura y del buen relatar, pero como es nuestra nieta, seguro, seguro, que ella será más. Un abrazo, Juanito.
ResponderEliminarYo quisiera felicitar a Valeria por tener la gran suerte de gozar de un abuelo como tú. Estoy segura de que para ella, será un deleite -cuando aprenda a interpretar el poder de las palabras-, gozar de tus letras armoniosas unidas en perfecta comunión con el hecho que describen.
ResponderEliminarGracias.
Isabel