domingo, 8 de marzo de 2015

Esperar el amanecer en el que el día de la MUJER sean todos los días




EL DÍA DE LA MUJER,

SIEMPRE TRABAJADORA
 
Una fecha, 8 de marzo, de cada año.
¿Qué hay que celebrar?
Pues según lo que entendamos por celebrar... Es importante, mucho, mantener la lucha y la atención: la situación es la batalla de todos los días y de todas las noches. Labor diaria en una contienda a la que aún no se le ve el final, pero que hay que mirar con renovada esperanza de que habrá un día…
Porque es difícil celebrar, en desigualdad  desfavorable para la mujer, (aunque haya que mirar positivamente lo conseguido) que ahí estén los persistentes y tremendos hechos:

· La violencia de género contra las mujeres. Cada día en una cuenta del resultado de muerte. Y porque sólo emerge lo que, quizá, sea más espectacular y mediático. El maltrato sigue ahí, descarnadamente real o disfrazado de miedo.

· Depende del lugar geográfico donde se haya nacido.
  Y que está el incuestionable hecho de que la relegación de la mujer a un estado de humillación e ignorancia ocupa gran parte del planeta.
(Sin que el primer mundo esté libre de las brutalidades, ni ha superado las desigualdades).


·  ¿De qué hablamos cuando nombramos la Igualdad?
   Lo de que una mujer perciba el 17% menos de sueldo que un hombre, por el mismo trabajo… es ‘igualdad’ -?-

· Y tantas otras situaciones, (que hay quien las señala y expone mejor que yo).

            Además de la búsqueda de la igualdad, en los derechos económicos y sociales, lo cierto es que aún queda pendiente un pilar básico, un fundamento sólido: la práctica en el modelo socioeducativo donde se busque y prosiga la educación –no sólo en los centros educativos- en la igualdad, donde prime la capacidad, mérito e interés de cada quien, se sea mujer u hombre.

              ¿Ignorar o borrar las diferencias?
             No. No todas. Sólo aquellas que suponen discriminación y menosprecio: establecer un modelo renovable de respeto por las diferencias es la base de dignidad de la igualdad. Sin preeminencia sexista. Y a que el ejercicio de la libertad sea tan natural como respirar.
Esa concepción y diseño del mundo en desigualdad es lo que hay que cambiar. Sustituir el contrato social. Esta revolución tiene que hacerse sí o sí.

                     No es justificable, de ninguna manera, que se pierda el talento porque una mujer renuncie a ser lo que es y a lo que vale, cediendo a la presión –manifiesta u oculta- de una la situación sociofamiliar y laboral, en las que persisten reglas del juego diseñadas por ellos, según sus preferencias vitales. Y que es insuficiente e injusto. Pues el diseño de la logística doméstica sigue recayendo sobre la mujer. Y los hombres ¿van a ceder privilegios? Lo que tenemos se lo debemos a mujeres inconformistas que han querido luchar por lo que no tenían.

              La idea y práctica enraizadas, inoculadas en la creencia, son las de que, una mujer ha de llevarlo todo para adelante, no desistir y hacerlo todo: va mucho más allá de una generación de mujeres que, en teoría, lo tenían conseguido pero que la evidencia es la de que la igualdad es más un espejismo que una realidad.

              En esto no sé recurrir al humor. No sé si sería una forma de acercarnos a esto sin ponernos demasiado solemnes. Conciencia y necesidad.
Esta es una reivindicación aún con muchas aristas, porque no todas las mujeres están dispuestas, pero hay que decirlo y mantenerlo: no renuncies a tu futuro, te necesitamos.

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