EL DÍA DE LA MUJER,
SIEMPRE TRABAJADORA
¿Qué hay que celebrar?
Pues según lo que entendamos por celebrar... Es importante, mucho, mantener la lucha y la
atención: la situación es la batalla de todos los días y de todas las
noches. Labor diaria en una contienda a la que aún no se le ve el final, pero
que hay que mirar con renovada esperanza de que habrá un día…
Porque es difícil celebrar, en desigualdad desfavorable para la mujer, (aunque haya que
mirar positivamente lo conseguido) que ahí estén los persistentes y tremendos hechos:
· La violencia de género contra las mujeres. Cada
día en una cuenta del resultado de muerte. Y porque sólo emerge lo que, quizá,
sea más espectacular y mediático. El maltrato sigue ahí, descarnadamente real o
disfrazado de miedo.
· Depende del lugar geográfico donde se haya
nacido.
Y que está
el incuestionable hecho de que la relegación de la mujer a un estado de humillación
e ignorancia ocupa gran parte del planeta.
(Sin que el primer mundo esté libre de las brutalidades,
ni ha superado las desigualdades).
· ¿De qué hablamos cuando
nombramos la Igualdad?
Lo de que una mujer perciba el 17% menos de
sueldo que un hombre, por el mismo trabajo… es ‘igualdad’ -?-
·
Y tantas otras situaciones, (que hay quien las señala y expone mejor que yo).
Además
de la búsqueda de la igualdad, en los derechos económicos y sociales, lo cierto
es que aún queda pendiente un pilar básico, un fundamento sólido: la práctica
en el modelo socioeducativo donde se busque y prosiga la educación –no sólo en
los centros educativos- en la igualdad, donde prime la capacidad, mérito e
interés de cada quien, se sea mujer u hombre.
No.
No todas. Sólo aquellas que suponen discriminación y menosprecio: establecer un
modelo renovable de respeto por las diferencias es la base de dignidad de la
igualdad. Sin preeminencia sexista. Y a que el ejercicio de la libertad sea tan
natural como respirar.
Esa
concepción y diseño del mundo en desigualdad es lo que hay que cambiar. Sustituir
el contrato social. Esta revolución tiene que hacerse sí o sí.
No
es justificable, de ninguna manera, que se pierda el talento porque una mujer
renuncie a ser lo que es y a lo que vale, cediendo a la presión –manifiesta u oculta-
de una la situación sociofamiliar y laboral, en las que persisten reglas del
juego diseñadas por ellos, según sus preferencias vitales. Y que es
insuficiente e injusto. Pues el diseño de la logística doméstica sigue recayendo
sobre la mujer. Y los hombres ¿van a ceder privilegios? Lo que tenemos se lo
debemos a mujeres inconformistas que han querido luchar por lo que no tenían.
La
idea y práctica enraizadas, inoculadas en la creencia, son las de que, una
mujer ha de llevarlo todo para adelante, no desistir y hacerlo todo: va mucho
más allá de una generación de mujeres que, en teoría, lo tenían conseguido pero
que la evidencia es la de que la igualdad es más un espejismo que una realidad.
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